
Ni ángel de la guarda, ni hadas, ni siquiera música celestial de violines. Yo, solito, me lo guiso y yo, solito, me lo como.

Después de vigilar insistentemente al conserje del instituto averigüé la clave del candado de su caja de herramientas. 1523 sería el número de la suerte que me salvaría el proyecto de ciencias.
De los contenedores de basura obtuve los elementos necesarios, un bote de tomate, una percha doblada, una lata de sardinas, una caja de zapatos, etc.
Así, con la ayuda de, alicates, martillo y clavos, hice mi robot de basurero. No tenía circuitos electrónicos ni baterías, pero sí el alma que yo le puse para crearlo.
Mi profe, más bruja que hada, con una sonrisilla el aprobado me concedió.
100 palabras más el título
Jajaja me rio de la sencillez y a la vez de la profundidad de tu micro, JM. Buen trabajo. Un abrazo y gracias por tu aporte al desafío de julio.
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Me alegro de que te haya hecho gracia. Yo digo, y creo firmemente, que la esencia de la felicidad está en las cosas sencillas. Saludos Lídia.
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Buenos días, JM.
No hay nada como el Juan Palomo.
Me quedo con el párrafo final, el que está fuera del relato. Usar ese sexto sentido que, no nos hace ver muertos, nos permite ver la esencia de las cosas.
Un abrazo.
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Hola, JA. La reflexión posterior micro yo también creo que es lo más importante de la historia. Bueno, lo de Juan Palomo tampoco está mal cuando no nos ha quedado otra en alguna ocasión. 🍻🍻🍻✋🏼
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