Publicado en relato

La tertulia de las diez: «La casa de mis pesadillas»


Por mediación de El arca de las palabras del blog de Úrsula un nuevo relato para la ya conocida Tertulia de las diez.


Hace una temporada que de madrugada me despierto sobresaltado por el mismo sueño recurrente. Al principio intentaba volver a conciliar el sueño, pero a medida que se repetía, me quedaba con los ojos cerrados tratando de reconstruir, o montar la imágenes, como si de una película se tratara. Y por la mañana con más calma lo escribía en un cuaderno.

Esta redundante noche no iba a ser menos y, con el ya familiar sudor frío que envuelve a la angustia, me he despertado. Tengo frescas algunas imágenes y otras apuntadas en mi particular guión, Así que con los ojos cerrados voy a tratar de visionar la historia completa que me acongoja cada madrugada.

Todo empieza viéndome yo muy pequeño, seguramente ni con cinco años, cogido de las manos de mis padres, yendo hacía unas enormes verjas, gigantes para mí, como esas que salen en la películas de casas o palacios señoriales. Cruzamos y tenemos un largo y sinuoso paseo, entre jardines y frondosos árboles, hasta llegar a una enorme mansión al fondo.

Mis padres me dejan al cuidado de una mujer con un atuendo, no se claramente si de monja de alguna congregación o de un tipo de enfermera. Ella me habla muy agradablemente y me lleva, cogido de la mano, un recinto de vallas muy altas donde hay más niños jugando solos o subidos en columpios.

No se el tiempo que estoy allí jugando o subido al balancín con otros niños. Pienso en que mi padre, mientras nos acercabamos a la enorme casa, me decía que tenían que hablar con alguien y que no me preocupara que yo no me aburriría porque había un parque de juegos para niños como yo. Sé que mi madre, mientras hablaba mi padre, se hacia la distraída mirando a los árboles de su lado del camino.

Lo siguiente que recuerdo es ir con la amable señora a una habitación y allí otro señor, no tan simpático pero hablando despacio, me pregunta cosas tontas como mi nombre o que me gusta. Mientras lo hace, me sienta en una silla muy grande como de las barberías de las películas, solo que esta tiene unas anchas cintas para sujetarte todo hasta la frente.

El señor me dice no me asuste que es un juego y pone una máscara en la cara para respirar mejor y soñar. Yo si tengo miedo pero con el aire de menta me siento mejor y me da sueño. Casi no siento como la silla bascula y me pone totalmente tumbado, con los ojos casi cerrados, veo salir a la mujer simpática y cerrar la puerta.

Ahora estoy en un sitio sin luz, no veo nada pero me siento como flotar, de fondo oigo voces pero no entiendo nada de lo que dicen es como si hablaran a través del agua. De pronto veo como relámpagos que iluminan como flashes de fotógrafo esa completa negrura.

Así durante mucho tiempo, casi interminable, cada fogonazo me produce una sensación muy desagradable, como temblores que no puedes controlar y solo deseas que acabe de una maldita vez. Al final la oscuridad vuelve y lo agradezco porque el dolor de cabeza es terrible.

Hoy puedo añadir esto a mi sueño…

Hay una sala no muy grande donde las mesas están como en un aula y una señora con una voz muy fuerte, vestida como la mujer simpática, nos intenta enseñar cosas en una pantalla o pintado cosas en una pizarra. Nos promete dejar ver la tv o poner una película si nos portamos bien.

No somos muchos, los niños o no tan niños, los que allí estamos; algunos parecen como dormidos, otros miran a la pared como si hubiera una ventana y alguno a la pantalla pero sin ver nada. Yo me giro de nuevo hacia la pizarra, la señora seria me ha llamado la atención y no quiero quedarme sin televisión.

Sigo con los ojos cerrados recapitulando todo, es como más cómodo estoy no quiero sentir de nuevo ese horrible dolor de cabeza. Creo que al fin he completado todas las imágenes de mi recurrente sueño. Noto como la claridad del día, dentro de mi negra visión, debe estar ya amaneciendo.

Me incorporo, aquí son muy puntales y el desayuno es a las siete, así que voy al pequeño aseo de mi habitación a lavarme la cara, hoy no toca ducha, para vestirme y bajar antes que me llamen la atención. El agua corre por mi cara y me despeja de otra noche de pesadilla. Miro al espejo del lavabo y, salvo algo de barba y el poco pelo que me queda a mis sesenta y tantos, sigo viendo, al otro lado, la asustada mirada del niño de cinco años de mi sueño.


Para mi, sin La Marcha Radetzky, no comienza el Año Nuevo

Feliz Año Nuevo 2019 y sucesivos que, para los anteriores, no tengo una máquina del tiempo y poder ir a mejorarlos.


Autor:

La imaginación nos brinda todo aquello la vida nos pueda negar y más...

16 comentarios sobre “La tertulia de las diez: «La casa de mis pesadillas»

  1. Ufffff vaya sueño inquietante. Me pregunto ¿Qué parte del sueño lo es y que parte no lo es? Comienzas el año con un relato amargo, como un thriller de terror. Tan absorto me he quedado que se me ha enfriado el primer café del año. Un café a horas del aperitivo.
    Feliz 2019 JM siempre es un placer leerte. Un abrazo.

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