Un viaje de ida al pasado y vuelta abierta

Prólogo

Los sueños recurrentes son un aviso de que algo no anda bien en nuestra vida. Hay una pieza que no encaja e igual que, los temidos testigos rojos del coche cuando circulamos, nos agobiamos creyendo que no llegaremos a nuestro destino previsto.

Sí, además, se trata de algo que ocurrió y ya no podemos cambiar, resulta más frustrante. Durante mucho tiempo había tenido enterrado en el olvido ese suceso y ahora cada noche se despierta como un volcán con su lava poco a poco acercándose.

Despertar no es un alivio, únicamente, un receso temporal hasta volverme a dormir y repetir el mismo camino. Si fuera una pesadilla acabaría riéndome de ella, como con las películas de terror que de tan visionadas resultan graciosas. Esto es un sueño pesado porque me revive cada noche una realidad pasada inconclusa.

El viaje

Cuando somos jóvenes cometemos excesos y equivocaciones a partes iguales. Con el tiempo (la experiencia) vamos subsanando cositas, pero alguna se nos enquista y vuelve como las muelas del juicio a molestarnos cuando menos imaginamos.

La falta reincidente del sueño reparador me hizo tomar una drástica postura muy en contra de mi voluntad, pedir cita al médico de familia. En la semana que tuve que esperar para mi cita con el doctor me sirvió para los ensayos de mi interpretación, del día de mi actuación; el de la visita programada.

En la sala de espera dispuse de media hora para mascullar mis diálogos, oculto a la vista del resto de citados, tras un periódico. Al nombrarme la enfermera doble con corrección el diario y accedí al despacho del galeno.

Todo salió como ya había previsto y preparado, mi tono a ratos seguro y a otros titubeantes convenció al médico para recetarme algo lo suficiente fuerte para poder dormir como un caballo. Eran solo diez pastillas para el mismo número de días, pero yo en mí más que temerario plan pensaba doblar la dosis.

Por la noche cené temprano y ligero para evitar cualquier molestia estomacal de madrugada que me fastidiara el plan. Tomé una pastilla y a los veinte minutos que empezó la somnolencia hice lo propio con la segunda y me acosté en la cama.

Ahí estaba yo, como cada noche intentando cambiar mi pasado para cerrar esa herida que en vez de cicatrizar solo sabe supurar. Esta vez en el momento crítico no me despertaría como cada noche, había tomado con las dos pastillas somníferas las precauciones pertinentes, aun a riesgo que me quedará ahí para siempre si mi organismo no pudiera metabolizar toda la dosis.

No sé cuanto duró aquella película, Lo que el viento se llevó a su lado parecería como un cortometraje. Uno a uno fui donde todos los personajes de mi representación, saltando por el tiempo y los lugares como decorados de teatro, a disculparme sinceramente de mis actos del aquellos borrones de mi pasado.

Al final, una sensación de tranquilidad me fue llenando el espíritu, algo así a como cuando una jaqueca que te ha tenido atenazado, poco a poco, se va desvaneciendo. No estaba eufórico, pero sí con una actitud impropia de mí, saludando a cualquier figurante y extra que apareciera en escena; con los personajes principales ya había hecho las paces.

En aquel mundo onírico empezaba un anaranjado amanecer que pronto lo iluminó todo con una deslumbradora luz. Bien, me temí lo peor para el cuerpo que yacía roncando en mi cama, pero, por otro lado, la tranquilidad de ese momento espiritual no me produjo inquietud alguna y acepté de buena gana haber muerto en paz.

Epílogo

Estaba en la playa recostado sobre una suave esterilla, a lo lejos oía el suave romper de las olas en la orilla. Yo tenía los ojos cerrados porque notaba como un intenso sol me calentaba la piel y su claridad casi traspasaba mis parpados. Cielo o infierno me daba igual, allí estaba de lo más a gusto.

Con esos pensamientos debí estar un buen rato hasta que decidí explorar esa playa del otro barrio y hacer, por qué no, alguna amistad (una vez muerto no hay hielo que romper para relacionarse con quien te apetezca, creo yo).

Me puse una mano en la cara para mitigar el exceso de luz y me senté dispuesto a abrir los ojos y contemplar ese particular Edén. En aquel justo momento reconozco que tenía una mezcla emotiva bastante explosiva entre la satisfacción, bastante curiosidad, y un buen toque de expectación.

La pólvora se mojó en cuanto me quite la mano de la cara y abrí finalmente los ojos. Hostia, la madre que… Allí estaba yo sentado en mi propia cama iluminada con un triste rayo de luz que entraba por la ventana justo a la almohada. Para colmo, de fondo, me llegaba el ruido de una lavadora en plena centrifugación.

A medida que transcurrió el día mi desencanto se convirtió en indiferencia y ese domingo en mi habitual paseo me encontré con unos cuantos conocidos y vecinos con los que cruce unos minutos de conversación, cuando lo normal hubiera sido un gesto o como mucho un hasta luego Lucas.

P.D. Ha pasado ya un año desde aquella larga noche, lo sé bien por qué acabo de tirar ocho pastillas para dormir que se acaban de caducar.

P.D. (Bis) No sé si realmente cambié mi pasado o me disculpé con aquellas personas o su espíritu (la mayoría, sino todas ellas, ya estaban fallecidas el año pasado).


Un comentario sobre “VadeReto (FEBRERO 2023).- Un viaje de ida al pasado y vuelta abierta

  1. Hola, JM.

    Parece que tenemos problemas comunes. El insomnio es mi mejor amigo/enemigo nocturno, no invitado. Y sí, también ensayo la visita al médico, porque a veces no te dejan ni hablar y tienes que hacer una representación de Óscar para que te crean o te escuchen.

    ¡Vaya nochecita la tuya!, por eso dejé de tomar también las pastillas, que no se sabe uno si regresará del sueño o la pesadilla.

    Me asustaste porque ya me veía en tu funeral. Me alegro de que solo fuera una reconfortante paz con el pasado. A veces, esas cosas sin terminar son nuestra mayor rémora hasta el futuro.

    Muchas gracias por regalarnos este VIAJE, que se hizo de esperar. Aunque los sueños, sueños son, también forman parte de nuestras vivencias y experiencias.

    Abrazo Grande. 🍻🍻🍻🍻🍻

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