Diario de un percebe (soso): 31 de enero, día de bricolaje doméstico

Llevo una semana que no me equivoco en el trabajo; que en los temas de debate soy caballo ganador, aunque los contrarios me vean como burro acertador; puedo darme los cordones sin mirar; duermo más y como menos. Así que me he venido arriba y esta tarde me he puesto a hacer bricolaje doméstico.

La misión era de dificultad media y riesgo controlado: cambiar las bombillas de una araña de techo por otras de bajo consumo. Todo preparado, herramientas, escalera y las lámparas led. Pues bueno, la cosa acabó con mi racha de aciertos, mi autoestima y profesionalidad, en tres fases.

  1. Me quemé las yemas de los dedos, necesitaba luz y que mejor iluminación que de la propia lampara, mientras preparaba las cosas, las bombillas de filamento, se calentaron y soltarlas era quemarse los dedos vivo. Es de moñas ponerse guantes para desenroscar una bombilla.
  2. Al poner una de las lámparas de led, un casquillo se paso de rosca, y se saltaron los plomos, del susto salté de la escalera y me hice un siete en el pantalón que parecía más un 777 . Ya no me quedó otra, que soltar la lámpara del techo y anular el brazo del cortocircuito, para evitar otro chispazo susto.
  3. Al volver a colgar la araña del techo me hacían falta tres manos, una para sujetarla, otra para empalmar los cables y la tercera para no perder el equilibrio en la escalera. Después, de una hora intentándolo, vi que podía enganchar la anilla del techo primero y luego hacer los cables.

Total que, los diez minutos de sustitución de las puñeteras bombillas, ha sido una tarde entera. Acabando con agujetas, en los brazos y el cuello, de estar levantando y aguantando la lampara como el trofeo de mi exitosa semana.

Por eso, la próxima vez que tenga que hacer otro arreglo casero, primero contaré hasta tres  😀