La tertulia de las diez: La hormiga 5.001 y el grillo rencojo

Por mediación de El arca de las palabras del blog de Úrsula un nuevo relato para la ya conocida Tertulia de las diez.

La hormiga al final de la fila no se atrevía a regresar al hormiguero, había perdido su carga y, llegar con las mandíbulas vacías, no era de buena obrera. Lo iba pensando mientras la fila india de sus compañeras marcaban el camino de vuelta.

A la entrada del hormiguero, la hormiga tomó la decisión más difícil de su vida, no entrar. Se alejo sin volver la vista, pensaba que entre 5.000 obreras no echarían de menos a la 5.001. No era buena trabajadora, se distraía y las cargas perdía; pero si aplicada, por lo que sabía que, estando sola, todos los peligros la acecharían.

Conocía lo agujeros de los grillos y el miedo que estos las tenían, si asomaban por su guarida. Así que, el primero agujero que encontró, para allá que entró. Resultó ser la casa de un grillo rencojo, el inquilino, con una pata trasera menos, seguía a lo suyo sin salir despavorido, que seria lo lógico.

Bueno, Él no se ha asustado con mi presencia y eso que es mutilado de guerra, también es su casa y yo he entrado sin ser invitada; pensaba la hormiga 5001, viendo lo que sucedía. La verdad que a mi no me importa que esté, mi intención sólo era guarecerme de pájaros y reptiles, seguía razonando la pequeña intrusa.

El rencojo y la hormiguita, en una situación típica de invasión se comportaban atípicamente, el no se marchaba y ella tampoco lo echaba. Qué otra cosa cosa podía pasar más que acabar siendo amigos?

Él se encargaba de traer comida y alegrar las noches con su grillar, Ella de vigilar la casa y guardar los víveres para el invierno, como buena hormiga que era. Nadie, salvo las circunstancias, los había casado pero podrían ser la envidia de cualquier matrimonio bien avenido.

El caso es que, con este arreglo, vivieron más que cualquiera de sus congéneres. La Naturaleza es sabía y sus excepciones genialidades.