Por mediación de El arca de las palabras del blog de Úrsula un nuevo relato para la ya conocida Tertulia de las diez.
Cuando eramos críos, mis primos que vivían en el extranjero, así se decía de antes, y yo pasábamos tres semanas de agosto en la casa del pueblo de nuestros tíos. Él era marino mercante y solo coincidía con nosotros algún día, la tía regentaba la tienda bar del pueblo y sabía cuidarnos bien, con su genio endemoniado, no se la escapaba ninguna de nuestras travesuras.
El último verano que coincidimos allí los tres, andábamos, yo por los catorce, Philip unos meses menos y Julie doce recién cumplidos. A pesar de nuestras discusiones cotidianas por todo, siempre firmábamos el armisticio, cuando a alguno se le ocurría la siguiente trastada. Al no haber más niños en el pequeño pueblo, siempre que pasaba algo, el afectado sabía en que casa picar, o directamente dejarse caer por el negocio de la tía, y esa noche ya nos enteraríamos era debido.
Ese año rondaba por las casas un gato, medio asilvestrado, que todas las noches cenaba tomando la leche de algún hervidor puesto en la ventana para enfriar. Una noche al volver la tía, después de cerrar la cantina, bajó a todos los santos y demonios del cielo e infierno, cuando retiró de la ventana la cazuela de la leche. Debía faltar casi medio litro y toda la nata de arriba; en aquella época la leche de cartón en los pueblos era pecado mortal y todos, nos gustará o no, teníamos que beber la de las vacas del Genaro.
Mientras la tía seguía refunfuñando, y con nosotros de rebote por no haber vigilado el hervidor, nuestras risas ocultábamos a duras penas. Después del chaparrón decidimos, unánimemente los tres, preparar una trampa para el gato ladrón. Así, el día siguiente; a las nueve de la tarde, en verano era de día; yo retiré de la cocina la leche hervida pero, en vez de ponerla en el quicio de la ventana, la deje en la parte interior del fregadero. Los dos senos del mismo estaban casi rebosantes de agua y, tanto el marco de la ventana como la piedra del fogón, bien untadas con grasa consistente. La ventana de detrás, abierta lo justo, para obligar al intruso a entrar dando un saltito justo encima de donde la grasa haría su cometido. El remate fue, poner el espejo del baño apoyado en la esquina, para que a modo de televisión, los tres primos debajo del mantel de la mesa del salón pudiéramos todo el espectáculo.
Llevábamos como media hora hablando a susurros allí escondidos, a dos metros del espejo que nos hacia de pantalla de proyección, cuando una sombra sigilosa asomo su hocico por el hueco de la ventana abierta. De un ágil saltito, el intruso se puso casi enfrente de su objetivo, pero la grasa le hizo deslizarse hasta caer en el primer hueco del fregadero. Un acrobático salto, puso al felino de pies entre los dos huecos, y la grasa volvió a cumplir con su cometido cuando el animal se dio el segundo baño. Esta vez, con un bufido, dejando claro su malestar con el doble remojo; en su siguiente salto el objetivo fue la cazuela de la leche. Al estar el hervidor en el mismo borde de la piedra, el desesperado impulso del animal, provocó que ambos rodaran al suelo de la cocina.
Ahora, ya desquiciado, el instinto del animal le hizo salir como alma llevada por el diablo, recorriendo cada estancia de la casa en busca de una salida. En cada acelerón, por la grasa adherida de sus patas, sufría un derrapaje en la misma proporción. Después de unos minutos, entre trompicones y coscorrones, el animal desesperado por no encontrar forma de salir regresó a la cocina. Como último intento de fuga, el reflejo del espejo, le hizo ver la ventana y de un salto su cabeza intentó atravesar la falsa salida. Al estar solo posado, sin nada que lo sujetara, el espejo se deslizó por la resbaladiza encimera haciéndose mil pedazos al caer al suelo. El estruendo asustó todavía más al gato, se la jugó de nuevo saltando hacía la ventana, después de rebotar con el cristal de la misma, acertó a caerse por el hueco abierto y, por fin salir, de aquel sitio de tortura.
Nosotros no nos reímos, ni durante la peripecia del animal ni después, lógicamente, por el estropicio creado. Sabiendo lo que esperaría una hora más tarde, cuando la tía cerrara el bar y volviera casa, optamos por cubrir el desastre algo en lo que gozábamos de amplia experiencia. Julie fue corriendo donde Genaro, a por otros dos litros de leche, mientras Philip y yo quitábamos los trozos de espejo y limpiábamos el resto de la cocina. Para las diez de la noche; media hora escasa antes que doña genio, como familiarmente, pero a escondidas, todos la llamaban, llegara a casa; lo teníamos todo arreglado a falta solo de, terminar de memorizar, la explicación por el espejo roto.
Para variar la tía Gertru llegó de buen humor, el tío Óscar la había llamado y mañana llegaría para la comida, así que cuando vio el abollón del hervidor solo refunfuñó un poco. Y al contarla, al unísono a tres voces, que el espejo del baño se soltó de la pared y se hizo añicos, solo nos preguntó si habíamos tenido cuidado al recoger los cristales para no cortarnos. Todo iba saliendo bien y, al final, nos acostamos satisfechos por haber sabido resolver tan bien el affaire del gato asilvestrado.
A eso de la media noche, cuando la tía se iba a acostar, todos los Santos y Demonios volvieron a ser invitados a casa. Los gritos de Gertru, no dejaban duda alguna de ello. Los vecinos ya la conocían muy bien y ni se molestaban, en encender la luz, para ver que estaría pasando.
¡¡¡Os he dicho, un millón de veces, que no quiero que metáis animales en casa y menos en mi dormitorio!!! ¡¡¡Os he dicho, dos millones de veces, que soy alérgica al pelo de los gatos, perros o lo que sea que tenga pelo!!! ¡¡¡Y tengo la cama llena de pisadas de… Aaaachusss…
Casi, casi, pero al final cayeron como gato engrasado. Jajaja.
Dicen que en que se parece el tocino a la velocidad, pisa un tocino y veras la velocidad que coges. Jajaja.
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Algo así ¿pero que es una travesura sin ser descubierto?
😂😂👍
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Ay pobre gato… que sólo quería un poquito de leche…Vaya trastada
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Ahí seguro que aprendieron todos 😂😂🖐️
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Ya te digo😂😂
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