Conocer nuestros limites y limitaciones es la primera regla cotidiana de supervivencia. Quien no se lo crea, la dura realidad ya se encargará de inculcárselo y, cuanto más tercos seamos, más repetiremos ese calvario en cualquier semana Santa o protestante.
La experiencia, si la hacemos caso, será buena aliada para ir mejorando nuestro aprendizaje vitalicio y vital. Nada es fácil en la vida cuando hay complicaciones. Y, posiblemente, el mayor reto sea conocernos, saber cuanto podemos dar de si o reconocernos en todas nuestras facetas, que son más de las que podamos creer.
El aprendizaje, aun siendo aplicados, dura toda la vida, la diferencia radica en lo aprendido y en la forma de aplicarlo. Nuestra actitud es el comodín que siempre debemos tener en la manga.
La imaginación es la excepción a nuestras limitaciones y además nos hace sentir vivos.