Hoy, conduciendo cuando rompía el amanecer, viendo la escena me vino el al pensamiento el dicho ese que dice: «Una imagen vale más que mil palabras». Es cierto e innegable, que para describir una foto o un cuadro, necesitamos, al menos, llenar un cuaderno de frases, datos y señas.
La replica viene cuando una palabra, generalmente un nombre de alguien especial, te hace evocar mil imágenes. El racionamiento humano es así, precisamos de un tomo enciclopédico para poder detallar, a alguien, algo que estamos viendo; y, si ese interlocutor, nos nombra un tercero, automáticamente llenamos otro tomo con fotos, recibidas al instante de esa otra persona.
Esa capacidad maxi-minimalista nos sitúa como un insignificante punto dentro de un infinitamente grande Universo en el que, por otra parte, podemos desplazarnos de uno a otro confín al instante gracias a nuestra imaginación.