Por mediación de El arca de las palabras del blog de Úrsula un nuevo relato para la ya conocida Tertulia de las diez.
Llevamos en el vecindario una semana muy activa de miradas, comedidas e indiscretas, de observadores, oteadores y atisbadores varios. Yo también quiero contar una historia, uniéndola, como un vagón más, a este tren de ojeadores blogueros.
Pepe, como todos le conocían o José Gómez Del Charco como figuraba en su DNI, era marinero y capitán de su barco. No llegaron a buen término sus estudios en náutica, cosas de la vista, y se conformó con un título de patrón de yate; 24 metros de eslora y 150 millas eran sus límites y él no necesitaba más.
Con los ahorros de sus veinte años de navegación se compró, en el desguace del astillero, su cascarón, su casa flotante, su inseparable compañera de las futuras travesías. En el lote adquirió también el potente motor de un viejo pesquero y unas planchas de refuerzo para el casco de su engendro marino.
Visualmente su «Mar&Pepe» resultaba, a primera vista, extraña y casi siniestra; luego, con su facilidad y gracia para moverse en el agua, llegaba a ser atractiva. Era un patito feo en grande que, dejaba atrás a los hermosos veleros cuando la mar hacía valer su fuerza; e incluso, se podía atrever, a remolcarlos, en pleno temporal.
El monstruo de Pepe; así llamaban a su barco, medio en broma medio en burla, pero con tono de admiración, los otros capitanes del puerto. Hacía, en los inviernos, servicios de apoyo a los pesqueros y, en la época estival, excursiones para pesca de altura o buceo. Los ingresos daban para pagar el atraque y mantener el nivel de vida de quien hace de su afición una profesión.
Sus compañeros de oficio, en cambio, tenían que mantener una reputación y una categoría por lo que que sus servicios resultaban ser bastantes más caros, solamente compensados por mejores comodidades y la última tecnología. El caso es que, cuando un temporal les pillaba lejos de puerto, sabían que los diez nudos de velocidad del «Mar&Pepe» era la mejor garantía para llegar a tierra firme.
Ciertamente Pepe, sabía afrontar las situaciones como nadie, con buena mar cualquiera puede ser capitán. Ahora, cuando las olas no dejan ver el horizonte y la nubes tapan el sol y las estrellas, hace falta tener dotes para navegar y volver al atraque de una pieza. A pesar de las bromas hacia el barco, todos los capitanes del puerto, por grande que fuera su embarcación, invitaban a Pepe la primera ronda y; en la calle, llegaban a quitarse la gorra, con el mayor respeto, al cruzarse con él.
Nadie y en eso se ve la nobleza de la gente de Mar; olvida los innumerables yates y otras embarcaciones que «Mar&Pepe» trajeron remolcados, cuando quedaron a la deriva en medio de una galerna; ni tampoco como hicieron de guía a un inmenso transatlántico en la canal del puerto, con un temporal, donde ni los prácticos pudieron acudir.
Quien mira con los ojos, solamente ve, de un iceberg, lo que flota. En cambio, quien percibe con los sentidos y siente las cosas, también sabe lo que hay por debajo.
Muy buena moraleja.
No sólo hay que mirar,sino observar,percibir y sentir
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Gracias, precisamente, esa es la forma de estar y vivir con lo que se tiene. Quien controla su entorno siempre puede llegar a buen puerto por adversas que sean las circunstancias.
Un saludo
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Exacto.👏👏👏
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👍👍
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Me encantó. Gracias Jm.
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Me alegro, muchas gracias Cristina.
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Efectivamente, en muchas ocasiones nos fijamos sólo en la apariencia, sin pararnos a ver que hay detrás de ella. Craso error.
Saludos Jm.
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Cierto, las apariencias solo son la fachada de la realidad y lo que hay detrás puede no tener nada que ver con lo que vemos.
Saludos 🙂
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Es algo en lo que creo desde hace mucho, no podemos quedarnos solo en las «fachadas» hay que mirar más allá, y saber qué se esconde bajo la superficie de algo o alguien. No sabemos lo que llevan las personas en sus mochilas o zapatos.
Un saludo y buen finde, JM
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Si no abres el envoltorio no sabes lo que hay dentro de las cosas, empezando por nosotros mismos.
Gracias por comentar Lídia, un saludo 🙂
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