Continuación y desenlace de Underground por Mayte Blasco
Han pasado seis meses desde la agresión y ella todavía conserva alguna secuela al andar, ha cambiado la muleta por un bastón, y sigue su vida con normalidad. Eso sí, desde ese día evita las estaciones de metro si no ve gente y toma un taxi. Hoy ha salido del juzgado de recoger la sentencia de divorcio, se ha hecho tarde para esperar un taxi y decide tomar el metro.
Llega al andén y como se temía está vacío, faltan ocho minutos para que llegue el siguiente suburbano. La mujer se sienta a esperar que pase el tiempo, al poco unos pasos resuenan por el pasillo, se teme lo peor y en unos segundos asoman dos siluetas jóvenes que le resultan tristemente familiares.
Al llegar a su altura los dos indeseable se ríen pensando en repetir la fechoría, ella sigue sentada mirándoles con cierta indiferencia. Cuando uno de ellos tira con las dos manos de la cinta del bolso, oye un ruido seco acrecentado con el eco del recinto, su compañero ha sido noqueado de un bastonazo que le ha fracturado la mandíbula. El que sostiene la bandolera, antes de reaccionar por la sorpresa, nota como una certera patada en su entrepierna le hace ponerse de rodillas indefenso; acabando, también, noqueado con otro bastonazo en mitad de la cabeza.
El metro ya está a punto de llegar a la parada, se ve su luz al fondo del túnel, cuando unos pasos se detienen delante de una escena que no es la que esperaba. Sus dos sicarios inconscientes en el suelo y la mujer con bastón mirándole fijamente a los ojos. El cobarde huye corriendo tropezándose con la cinta del bolso, al intentar zafarse se vuelve y ve la luz, una luz blanca intensa, la luz de su redención.
Al final la mujer no tomó ese metro, tuvo que ir a comisaria a declarar, pero se ofrecieron amablemente a llevarla a su casa al terminar. El comisario se sintió complacido cuando cerró el expediente y satisfecho que ella siguiera su consejo. En seis meses se puede aprender defensa personal para repeler una agresión. Con la sorpresa y un bastón, además, desequilibrando las fuerzas totalmente a su favor.
Por la mañana, mientras Ella toma su café, mira el periódico y en la sección de sucesos aparece bien detallado el altercado en la estación del suburbano. Tomando un largo sorbo de la taza, repite mentalmente las siglas del fallecido por atropello del metro y piensa para sí –me merezco otro café.
Se merece otro café y una napolitana de chocolate 😁
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Sin duda y yo hasta la invitaría 🙂
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Me alegra que mi relato te haya inspirado para escribir una continuación. Ojalá muchas historias de agresión a mujeres acabaran como tú has escrito. Un abrazo
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Gracias, pues sí, todos esos cobardes merecen encontrar la horma de su zapato.
Saludos Mayte ✋
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