Micro XVI


Los grados del adjetivo

Esa tarde, como todas entre semana, el niño merendaba en casa de los abuelos y hacía los deberes del colegio ayudado por los progenitores de su madre, ambos, maestros jubilados. El tema escolar de esa tarde eran los grados de los adjetivos.

El socarrón del abuelo con un ejemplo muy oportuno quiso aclarar las dudas al nieto, mientras su esposa rellenaba su cuadernillo de crucigramas. —Veras Martín, con mi explicación, a la primera entenderás lo grados del adjetivo. —Le dijo el viejo al crío, con una pícara sonrisa, al tiempo que miraba de reojo a su pareja.

—Algo malo es discutir con tu mujer; malísimo cuando, por casualidad, ganas la discusión con ella. Y lo peor es, sí además, consigues dejarla sin palabras… porque la que te espera… es más peor que si ella hubiera tenido la razón. —La sonrisilla del viejo, se quedó en mueca, cuando cruzo la mirada con su silenciosa esposa; Ella, sí que se sonreía, avisando, como un gato relamiéndose, de su venganza.

Esa noche el viejo socarrón se quedo sin cena y sin postre. Por la mañana llevó el desayuno a la cama, como ofrenda de paz, y ambos se rieron, sin mediar palabra, como dos pillos; igual que si tuvieran veinticinco años y toda la vida por delante.


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