La tertulia de las diez: «El desafío de Halloween»


Por mediación de El arca de las palabras del blog de Úrsula un nuevo relato para la ya conocida Tertulia de las diez.

Estamos a mediados de octubre y yo todavía recuerdo aquel Halloween de mi último año estudiantil. En aquel tiempo era una novedad para nosotros y con diecisiete años una excusa para hacer un poco el gamberro.

Ese año; aparte del típico desafío de disfraces y de beber cerveza, literalmente, a calderos; escotamos entre toda la clase un premio de cinco mil pesetas para el más atrevido o quien hiciera algo sonado. Iba a ser especial al ser nuestro último año juntos y encima seria noche de sábado.

Yo en aquel tiempo no tenía fama de audaz, más bien todo lo contrario. Y, precisamente por ello, yo pasaba bastante desapercibido aunque mi mente, en cambio, no dejaba de buscar y rebuscar algún plan que me sacara del banquillo y hasta para ganar los mil duros.

Al llegar ese fin de semana, yo ya había ideado la travesura que me pondría entre el grupo de los aventajados, e incluso por delante. Solo tuve que comprar una careta de calavera y un bote de pintura fosforescente, con una camiseta negra y un pantalón vaquero viejo ya tenía todo el equipo preparado.

Ese sábado, como todos los demás, lo pasaba en el pueblo a media hora en autobús. Solamente portaba mi habitual bolsa de lona como cada semana. Después de las acostumbradas cervezas, sin decir nada a nadie, me dirigí al cementerio del pueblo. El lugar donde acabábamos los de siempre al estar apartado de las casas y por la noche el más idóneo para fumar y beber sin ser vistos por los vecinos.

La noche era un poco fresca y como había llegado el primero me puse el atuendo que, en mi bolsa de lona, estuve cargando toda la noche. No tuve que esperar mucho, cosa de veinte minutos, a que fueran llegando los habituales, entre ellos lógicamente varios compañeros de clase. Enseguida estaría todo preparado para mi aparición.

A media noche como manda la tradición, viendo que ya estaban los corrillos en la tapia sentados, me asomé por la esquina más sombría del recinto. Su farola llevaba fundida desde siempre y la del otro lado solo daba algo de penumbra a mi ubicación.

Al principio nadie se percató de mi presencia hasta que el brillo de mi atuendo llamó la atención de uno de los mayores. Al momento, el resto más curiosos que asustados, entreveían una especie brillante esqueleto semioculto. Luego las risotadas generales fueron su respuesta.

Con lo que no contaron fue con una detonación seguida de otra mayor y un apagón de todo el alumbrado. Momento en el que, literalmente como alma que lleva el diablo, salí yo corriendo en su dirección. Las carreras alocadas con gritos en todas las direcciones fue el final de la reunión de aquella noche de Halloween en el cementerio.

El domingo hizo un día de perros lloviendo sin parar y muchos coincidimos en el bus de las doce para volver a la capi. En el trayecto tuvimos tiempo de comentar lo de la noche anterior, que si después llegó un coche policía a ver que había pasado, o buscando una banda de gamberros y cosas por el estilo. Más ficción y cosecha propia pero así es como nacen las leyendas urbanas o rurales.

El lunes por la tarde con un recorte de prensa con el sospechoso apagón, mi bolsa de lona con el traje de esqueleto fosforescente y la declaración de Pedrín el Percebre; él fue quien puso el petardo en las conexiones de la farola que del cortocircuito dejo esa noche sin luz al pueblo; nos repartimos a medias las cinco mil pesetas.

Como decía mi colega el Percebe: más vale la mitad de algo que el todo de nada. Esa fue la primera vez que formamos equipo y, literalmente, fue sonada la cosa. Hubo alguna más pero esas no fueron historias de Halloween.


9 comentarios sobre “La tertulia de las diez: «El desafío de Halloween»

  1. ¿Y dice que fue su primer «desdoblamiento»? Interesante. Póngase cómodo en el diván, señor Percebe, y entre los dos idearemos una forma de que ese JM Vanjav no siga usurpándole. ¿Cómo, que no le interesa, que prefiere compartir las ondas con ese sujeto? Desde luego, ustedes dos no tienen remedio. Bien pensado, tal vez sea mejor así para sus fieles seguidores. No se olvide de pagar al salir.

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