
Siguiendo el relato de EL Circo de la Bruma by Jessica en su blog yo continuo así la historia.
La desolada campa se ensombrece con las crecientes sombras del crepúsculo dando a su inerte aspecto una perspectiva si cabe más siniestra. Al intentar volver sobre mis pasos una densa niebla salida de la nada me envuelve como un manto frío y húmedo. Miro hacía abajo tratando de ver mis huellas para volver a la villa pero el polvoriento suelo de pronto es un laberinto de pisadas.
Al alzar la vista el escenario ha cambiado por completo. Mis ojos me engañan o directamente estoy alucinando. Entre la niebla se aprecian siluetas de barracas iluminadas por antorchas de gas. En lo alto vislumbran también una maraña de guirnaldas entrecruzadas con infinidad de banderines. Una mecánica y típica música de feria resuena con eco por todas las direcciones.
Me he dado media vuelta pensando que era un espejismo pero allí, justo al fondo, una gigantesca sombra iluminada pon multitud de ondulantes antorchas hay una carpa circense. Del mismo también llegan los clásicos acordes y redobles de su orquesta. No puedo dar crédito a estas visiones entre la densa niebla, estoy en mitad de una feria.
Ando zigzagueante en todas las direcciones como tratando de reconocer el terreno. Cada poco me tropiezo con casetas de madera, pequeños puestos y atracciones diversas. Todo ello con un aspecto de lo más reto, como si me hubiera trasladado a la feria anunciada en aquel viejo cartel que en el pueblo poco antes me había llamado la atención.
Al principio solo veía las construcciones y oía la música de ambiente pero ahora ya veo, justo en cada puesto o atracción, a los feriantes con sus coloridos trajes haciendo publicidad de sus respectivas barracas de feria. Me acerco a comprobar que no es fruto de mi imaginación y veo con detalle sus caras maquilladas a juego con la indumentaria, tanto de los presentadores como de los artistas de la atracción.
El denominador común de todos ellos es su fría mirada e inerte expresión. Parecen autómatas sin Alma realizando su cometido. Creo que ya he recorrido todo el recinto y he comprobado que ahora hay una gran valla que lo circunvala dejando solo un acceso con varias taquillas debajo de una gran pancarta de bienvenida. Un pequeño claro entre tanta bruma permite ver en su cenit a una Luna plena presidiendo la escena.
Ahora si distingo también al público de la feria, parece que solamente faltaban los plateados rayos de esta majestuosa Luna para iluminar a los visitantes de la feria. Estos también visten con ropa de época, justo la moda de dos siglos atrás. Tengo una sensación que me invita a acercarme a la carpa y ver lo que acontece dentro del circo.
La taquilla y el acceso principal están cerrador pero no desisto en mi empeño y a unos metros localizo una abertura en la lona. Es una salida auxiliar o de emergencia, según el caso, que me lleva por un pasillo entre las abarrotadas gradas a pie de pista. Los ensordecedores aplausos del público me indican que la actuación en el trapecio acaba de finalizar. Rápidamente veo como una brigada de tramoyistas, ayudados por cuerdas y poleas, montan en un momento una enorme jaula en su pista central.
Unas palabras llenas de reverberación por parte del presentador y una fanfarria a continuación por parte de la orquesta son el comienzo del número del domador de fieras. Me quedo absorto viendo como el gigantesco cubo barrotes ahora se me antoja pequeño al llenarse de numerosos leones y tigres. El espectáculo empieza, cada golpe de látigo se acompaña de un tremendo rugido seguido de los suspiros y gemidos, a modo de su eco, devuelto por las gradas.
En un instante, una de las fieras, a la orden y estallido del largo cuero salta de su sitio a otro justo enfrente. Pero no detiene allí su acrobacia y se cuelga con otro gran brinco de la parte superior de la jaula. La metálica estructura vibra con fuerza con un ¡oh! generalizado de todos los asistentes. A los pocos segundos todo ese lateral, como si de una construcción de naipes se tratara, se desploma contra el piso.
Ahora los gritos ahogan los instantes previos de enmudecimiento. Los leones ahora libres por la pista rugen desafiantes. Por su parte los tigres, ahora realizan sus acrobacias saltando por las gradas. La gente en descontrolada estampida humana arrasa con todo lo que por delante se encuentra empezando por las antorchas de gas que iluminaban la carpa. Yo estupefacto sigo sin reaccionar por la velocidad de lo acontecido y la avalancha que por todas partes me va aplastar en tan angosto pasillo.
Los despavoridos espectadores se me echan encima y yo no puedo hacer nada por evitarlos salvo cubrirme como puedo con los brazos. Noto el gélido frío del miedo y lo siento dentro de mí una y otra vez con cada una de los asustados espectadores cuando como hologramas me atraviesan a su paso. Ahora me doy cuenta de que son los espectros de aquellos que vivieron aquel terrible suceso que no había hecho más que comenzar.
Al salir de la carpa presencio como la lona ya está ardiendo por los cuatro costados y solamente una mínima parte del público ha logrado salir por aquel estrecho pasillo. No así los felinos que como tales han salido de la quema por patas. El recinto de la feria es ahora la arena donde la batalla tiene lugar y la única salida es el acceso de las taquillas. La gente choca entre sí y contra las barracas creando un caos en su huida.
Yo sigo sintiendo un escalofrío cada vez que me cruzo con alguno de los numerosos espectros de esta siniestra feria por lo que decido también correr hacía la salida y terminar con esta pesadilla. Al doblar la esquina de uno de los puestos me doy de bruces con alguien y ambos caemos al suelo. Nos miramos estupefactos y sin dar crédito a lo sucedido. Su aspecto no era como el del resto de pollos sin cabeza que iban corriendo de un lado a otro. Con su camisa floreada, pantalón de tela y sandalias a juego, parecía sacado de la foto de una comuna hippie de los años setenta.
No era tiempo de explicaciones ni de ponernos a hablar. Con un gesto con la cabeza a modo de saludo nos pusimos en pie y seguimos corriendo cada uno en nuestra dirección. Yo ya veia delante de mí la parte posterior de la pancarta de bienvenida que daba acceso a la feria y quise presentir que ya estaba cerca el fin de esta alucinante pesadilla.
Con lo que no conté es que, las guirnaldas y banderines que enmarañaban como una telaraña esta maldecida campa, servirían de mecha rápida para llevar el fuego a todas partes. En un momento gigante lona de la entrada ardiendo cayó sobre las casetas de madera que hacían de taquillas. Ahora las llamas eran la puerta que haría falta cruzar para salir de este infierno.
Todavía no me había acostumbrado a ser atravesado, la sensación fría y del propio miedo del espectro me hacían sentir una empatía para nada deseada. Los gritos despavoridos de esa gente tampoco ayudaba a devolverme la tranquilidad y el eco, a veces lejano y otras más próximo, de las fieras sueltas también me resultaba incómodo; frente a uno de estos grandes felinos no tenía yo muy seguro que fueran también espectros y me atravesaran.
El paroxismo de la escena, igual no vivida pero sí sentida en mi interior como real y verdadera, llegó con una serie de explosiones. Era cuestión de tiempo que los depósitos de gas de las antorchas explotaran lo mismo que el aceite de las lámparas, al romperse estas, avivaran las llamas como cócteles molotov. Explosiones y fogonazos continuos fueron se empezaron a suceder cada vez a mayor ritmo.
Hubo un pequeño silencio, como para tomar aire, en esta masacre. La gente agolpada a la entrada contemplaba como las casetas que taponaban su salida ardían con viveza ajenas a la condena de sus espectadores. De pronto en el extremo más distante del acotado solar, finalmente allí también llegó el fuego, el carromato con la pirotecnia lanzo a la vez y con violencia su castillo de fuegos artificiales. Al no estar en sus lanzaderas explotaban a poca altura y sus paraguas de luz y color iluminaban justo por encima de nuestras cabezas quemando también todo lo que aún no ardía.
Ya parecía que el fuego de la entrada, por uno de sus lados estaba dejando un estrecho pasillo sin llamas y la gente se iba sistemáticamente agolpando en esa dirección. En cosa de minutos, aunque fuera de uno en uno ya se podrían escapar de la quema. Las medidas de seguridad de la época no tenían nada que ver con las actuales; de ahí que no se les ocurriera otra cosa y poner, el depósito general de gas con los barriles de aceite de alumbrado, en un carromato a escasos metros del acceso; no sería tan buena idea en caso de fuego.
Uno de los fuegos artificiales que pasaba horizontal silbando por encima de nuestras cabezas acertó a explotar encima de la carreta. Las chispas de colores pronto quemaron la lona que la cubría y el aceite inflamado no tardó en hacer saltar los barriles por los aires. La explosión final por parte del gas fue la traca final, en sentido figurado y literal, para los visitantes a esta feria especial de Halloween y su Circo de la Bruma.
Epílogo
Me encontraba caminando como un zombi, andaba mecánicamente entre una niebla que solo me permitía vislumbrar un pie por delante y otro hacía atrás. No sé el tiempo que pasaría en este deambular sin brújula ni rumbo que determinar mientras en la cabeza me estallaban una y otra vez las angustiosas imágenes vividas y sentidas como propias.
Todo llega y algo de claridad entre tanta niebla me hizo concebir que estaría amaneciendo. Al rato ya empezaba a divisar un estrecho sendero franqueado por las típicas tapias de piedra que separan los terrenos. Una pequeña pendiente y ya había un camino sin asfaltar pero más ancho. Más adelante una bifurcación y una carretera comarcal que a alguna parte me llevaría. Efectivamente, un par de kilómetros delante allí estaba mi coche averiado. Me alegré al verlo y más cuando al sentarme al volante vi que el indicador de combustible estaba a cero patatero.
En el sentido contrario recuerdo que no muy distante pasé por una pequeña estación de servicio que por la hora o ser domingo estaba cerrada. Con esta esperanzadora perspectiva me dejé dormir con la cabeza sobre el volante. La cabezada no fue grande pero si lo suficientemente reparadora para desandar el camino hasta la gasolinera salvadora.
El paseo fue solamente de una hora y cuanto llegué desayuné como un señor en su pequeña cafetería con algo de bollería y su café de máquina. Al expendedor, hombre ya mayor y seguro que de la zona, le pregunté acerca del pueblo próximo, de la feria no me hizo falta por su inquietante respuesta que con sus propias palabras trataré de describir.
Literalmente me dijo que hacia dos siglos que el pueblo desapareció, hubo una epidemia, lo demolieron, echaron tierra encima, reforestaron y hasta cambiaron los caminos y senderos para que nadie con él pudiera dar. Dicen que coincidió con una feria ambulante que en su circo, alguna especie exótica, trajo la enfermedad.
El viejo al ver mi escepticismo comprendió que yo había visto la verdad y me contó la segunda parte de lo acontecido. «Las autoridades locales no podían contar la desgracia ocurrida al ser suya la idea de vallar el recinto y de mandar poner a la entrada la carreta infernal del aceite y el gas. A los pocos que sobrevivieron, entre ellos su bisabuelo el feriante, les obligaron por escrito a guardar silencio de lo acontecido. Fueron enviados al otro extremo del país a vivir con una generosa remuneración a modo de pago y soborno por su silencio»
El de niño había escuchado la historia ahora convertida en leyenda y curiosamente cuando se fugó de casa, con una destartalada furgoneta para unirse a una comuna hippie, fue a parar ahí mismo. Consiguió la concesión para su pequeña estación de servicio hacer más de treinta años y desde entonces la luna llena de octubre si coincide, que cada año ocurre, con las densas nieblas de otoño se vuelve en esa campa maldita a escenificar la misma desgracia. También cada año al día siguiente suele aparecer algún extrañado conductor preguntando por una villa cercana callándose lo de la feria quemada, con todos dentro, por los cuatro costados.
El descendiente del feriante como buen negociante me acercó a mi vehículo con su coche grúa. Mientras yo bombeaba la gasolina del barril él me hizo un chequeo comprobado que pudiera seguir mi camino. Al final solo hicieron falta las pinzas, me descuidé y cuando lo dejé lo hice dejándolo con las luces encendidas, para que arrancara. Mi propina fue generosa tanto por el servicio como por la información recibida. Nos despedimos como si nos conociéramos desde hace mucho y me hizo dos presentes como prueba irrefutable de todo lo acontecido. Por una parte un cartel de 1823 del Circo de la Bruma, y por la otra una pequeña fotografía, el retrato de un joven cuyas pintas, floridas y bohemias, me resultaron familiares.
Salí de allí dando vueltas en mi cabeza todo lo acontecido, tanto la noche anterior como las explicaciones de por la mañana. Al girar en una curva me pareció ver en la cuneta, cubierta por dentro y por fuera de vegetación, lo que cincuenta años atrás fuera una vieja furgoneta de la época. Al mirar por el retrovisor pude comprobar que así era; a pesar del óxido, algún brochazo colorido, semejaba a flores toscamente pintadas.
Buf, JM; pues es larguete pero pasa que cuando te engancha lo que estás leyendo se te pasa en un plis. Me ha encantado de inicio el ambiente de feria con las antorchas y guirnaldas describiendo el sitio; la forma en la que una puede imaginarse un recinto así en la época y después del caos, la leyenda de lo que pasó y ese final…. Encantadísima un mes más de contar contigo en el reto, JM, muchas gracias, de verdad y enhorabuena por la historia.
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Coincido con el buf Jessica, yo soy de la mitad o menos de extensión. Aquí ha sido tratar de reflejar la ambientación la que me ha hecho escribir más de la cuenta. Y mira que tenía otra línea más corta completamente diferente pero ganó la pesada. Me podía haber ahorrado el epílogo pero no quería cabos sueltos. Y en otra entrada obligaba igualmente a leer lo anterior así que de perdidos a la Feria 😂
Encantado yo por participar ya ves que lo hago con interés y no solo por cumplir el trámite. Este mes fue, tu texto introductorio más que la imagen, quien desato esta historia 🖐
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Bueno pues qué quieres que te diga, que me ha encantado. Vaya tardecita que llevo de lectura y además de la que a mí me gusta. Misterio, suspense, terror, horror…
Las tres historias de este mes van cargaditas de ello.
Un abrazo, felicitaciones.👌👌
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Pues me alegro Virtudes gracias, a mí me ha pasado lo mismo con el tuyo y el otro relato; hoy era el día de la feria literaria del terror. De hecho esta debe ser la historia más larga que he escrito y curiosamente hemos coincidido tres en el reto de Jessica.
Cosas que pasan y que se repitan 🥂🖐
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Cuando empezamos a teclear los dedos siguen por sí solos. jajaja
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Pues menos mal que a mí me pilló comido. No encontraba la forma de acabar el relato y encima le hice un epílogo 😂😂🖐🏼
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