Un viaje hasta el infinito y más allá
Primera parte. Los preparativos
Yo no soy mucho de viajar, los trayectos largos me resultan aburridos y luego los destinos al cabo de un rato tampoco me dicen mucho. En cuanto a los lugares exóticos cuando tengo curiosidad Internet me la sacia virtualmente.
Pero como todo en la vida hay una vez en la que se salta la norma y esa excepción me llegó a mi también. Así todo no estaba muy convencido y, aunque me mentalice para una larga travesía, me fije un límite en cuanto al dinero. Una cosa es que, sin saber exactamente el motivo, me apeteciera algo que siempre había rechazado; y otra muy distinta, tirar la casa por la ventana, para satisfacer este imprevisto capricho.
Después de pasar interminables tardes mirando portales de agencias de viaje por la red, sin encontrar nada dentro del presupuesto que me había fijado, decidí hacer lo propio en persona. Estuve una semana intentándolo en las franquicias más conocidas que tenían oficina en mi ciudad. Cuando yo decía lo que quería no había problema en la oferta, pero al dar mi presupuesto fijado, era como si se les apagara súbitamente la pantalla del ordenador.
No desistí en mi empeño, a tenacidad no me gana ni un perro de presa, y empecé a visitar las agencias de medio pelo. En estas si aparecía algún viaje que, si bien entraba dentro del límite de mi presupuesto, no acababan de convencerme con alguna de sus clausulas; que me obligaban a cosas muy estrictas, como reclamar en caso de incumplimiento de plazos, o una calidad mínima de transporte o alojamiento.
Finalmente opte por visitar la oficina de la agencia de viajes Nueva Aventura que recientemente habían puesto casi al lado de mi misma calle. En un principio la había rechazado por no tener ninguna información acerca de ella. Por otra parte, con ese sugerente nombre, igual resultaba ser una de estas agencias a medida, en las que necesitas una VISA platino cuando menos.
Desde el pequeño escaparate de la oficina puede observar que los dos empleados si bien estaban ocupados atendiendo a su respectivo cliente no habían nadie más esperando. Así que me decidí a entrar y probar suerte con los de Nueva Aventura. Me senté esperando mi turno y al poco vi como la chica, una mujer joven más parecida a una modelo de primera línea que a una dependienta agraciada, se despedía muy amablemente de una pareja joven también muy maqueados.
Al ir donde la glamurosa agente en su mirada ya percibí que ella no me iba a atender. En cuanto le comenté que tipo de viaje quería ella me respondió con un tono de voz más neutro que agradable una cifra diez veces superior a mi presupuesto. No obstante, ahora con un tonalidad más suave y conciliadora, me ofreció esperar para tratar con su compañero porque él si podría tener algo para mí.
Me volví a mi asiento esperando a que el otro agente acabara con su cliente. En los cinco siguientes minutos estuve tentado de salir mientras observaba la labor de mi próximo interlocutor. Este era un hombre normal y corriente; al contrario que su deslumbrante compañera, ya de mediana edad y algo regordete embutido en un traje de rebajas; que no paraba de gesticular con las manos pero muy armónicamente, me recordaba una mezcla de mago y director de orquesta.
Al despedirse de su cliente muy efusivamente, pero con gran naturalidad, me dio una buena sensación. Y viendo al personaje que se iba, que también parecía muy satisfecho, sentí que había posibilidades. Lo mas curioso es que; salvo la edad y el pelo, yo le ganaba en lo primero y él me aventajaba en lo segundo; ese tipo tan contento se me daba un aire.
Cuando me senté enfrente de él, mi primera impresión se confirmó. Rufino, que así rezaba su dorada placa en la solapa, era el típico vendedor de toda la vida tanto en su aspecto como por el incansable palique. Al presentarse y darme la mano volví a leer su nombre de la chapa (Rufino), y como un flash recordé que en la de su compañera VIP rezaba Fina.
Después del relámpago siempre llega el trueno y, mientras nos apretábamos las manos Rufi y yo, no pude evitar soltar una carcajada por el chiste de los nombres de estos dos agentes de viaje que me vino a la cabeza (Fina y Rufino, o Rufi y Fina, o Fina fina y no Fino). Mi interlocutor, ajeno a la broma, se tomó como un cumplido ni sonora sonrisa y empezó con su labor.
Creo que debió estar el buen hombre como media hora escrutando pantallas y lanzándome ofertas, todas ellas con alguna contraindicación como en el resto de oficinas de medio pelo de la competencia. Finalmente, me miro fijamente con sus ojos y apuntándome con sus manos, solemnemente me dijo que me iba a hacer una oferta que yo no podría rechazar. Yo, alucinado y expectante, solo pude contestarle que adelante, que me alegrara el día.
Ciertamente, el viaje era irrechazable y el precio del mismo totalmente dentro de mi presupuesto. Después de escuchar que los vuelos serian en primera clase, o en su defecto business, no presté mayor atención al resto de las clausulas dando por sentado que ya no pudieran ser malas y pensé que adelante con los faroles firmando todos los papeles alegremente. Ahora si que no tenía excusa para hacer esa travesía exótica en vivo y no por Internet.
Segunda parte. Los vuelos
El primer avión era grande, muy grande, para un vuelo transoceánico. Y yo estaba ahí sentado en primera clase como un señor, no me lo podía ni creer. La separación entre asientos era descomunal y con la atención exclusiva de dos auxiliares del vuelo. Viajando así las largas ocho horas del vuelo seguro que estarían bien amenizadas.
De hecho no tenía ni que levantar la mano o apretar algún botón, periódicamente, alguna de las dos azafatas me preguntaba o sugería algo del carrito al pararse al lado de mi asiento. Yo creo que en cuando levantaba la vista ya tenía el avituallamiento en camino. Encima solamente éramos media docena de viajeros en First Class; ósea, que si nos apeteciera podíamos comer como cerdos y beber igual que cosacos, sin vergüenza o pudor alguno.
Después de dar buena cuenta de varios bocaditos de jamón, un par o tres de exquisitos sandwiches, e innumerables pastelitos hojaldrados, me entró algo de sed y pregunté si el vodka era peleón o de marca reconocida. La auxiliar se sonrió y me dijo que en primera todo es de igual categoría.
Para no pasarme con el alcohol, y dado que me restaban otras cuatro horas de vuelo, decidí echar solo medio botellín en cada vaso de zumo de naranja. De esa manera mis destornilladores serian ligeros. El caso es que al cabo de un rato perdí la cuenta, de las dosis de ese adictivo néctar, y un sopor me hizo cerrar los ojos.
En esa apacible y embriagadora oscuridad, y al menos con dos juegos completos de destornilladores circulando por mis venas, empecé a notar como el avión empezaba a hacer la montaña rusa y pensé muy complacido que yo había bebido antes de que se cerrara el bar. Al zarandeo de la nave se le unieron fogonazos casi de continuo, pero yo y mis parpados, pesados como persianas sin engrasar, nos negamos a contemplar el espectáculo.
Creo que finalmente me dormí del todo porque ya no volví a notar ni movimiento ni luz alguna. Solo una calma infinita dentro de una oscuridad igual de densa. Y ese debió ser mi sueño hasta que un paulatino dolor de cabeza, igual que la marea empezó a subir y subir hasta resultar casi irresistible, y abrí los ojos.
Miré en derredor lentamente medio cegado, por la luz del amanecer que entraba por las ventanillas, y con una resaca también de campeonato. El panorama era desolador, las mascarillas de oxígeno colgaban encima de cada asiento. Mis seis compañeros de primera clase llevaban puesto el chaleco salvavidas y, entre la palidez de sus rostros o su mirada perdida, no sabía a ciencia cierta si eran más zombies que personas.
Por su parte, las dos azafatas de primera clase, se mostraban igual de pálidas y de desmejoradas. Estaban en el pasillo justo donde las cortinillas separan la zona VIP de la clase turista, seguramente hablando con sus compañeras del otro lado. De esa tierra de nadie, precisamente. me llegaba un hedor a vómito que el purificador de aire a duras penas conseguía disminuir. Estaba claro, la noche había sido movidita en el vuelo Columbia, cuatro, cero, nueve.
Al tratar de incorporarme me percaté que yo también estaba, con el chaleco salvavidas puesto, y bien amarrado a mi asiento. Al menos, solo faltaba una hora para llegar al destino y cuando paso mi azafata con el desayuno, sin preguntar me dejo dos aspirinas junto a la sal y pimienta del zumo de tomate para la resaca. Aunque yo no me había enterado casi de la tormenta, mi aspecto por la resaca no debía distar mucho del resto de mis compañeros de vuelo.
En el aeropuerto, el personal de tierra casi nos hacía la ola al vernos. Éramos como unos aparecidos después haber sido dado por perdidos sin esperanza en medio de una tormenta justo en mitad del océano. Mi inglés no da para mucho pero, lo de dos horas perdidos sin comunicación alguna, si lo pillé entre sus comentarios. Y, por alguno de los pasajeros, también me enteré de que todo fue a raíz de un rayo, el cual dejó al avión sin instrumentación ni radio. Al menos, los sistemas manuales si habían funcionado o yo esto ahora no lo estaría contando.
No tuve tiempo de acomodarme mucho en la sala de espera. Con una vuelta de reconocimiento y un par de cafés bien cargados para dar pasaporte a la resaca se me pasaron las dos horas hasta el embarque de mi vuelo a las islas exóticas de mi destino. Si no hubiera sido por la tormenta de mi vuelo anterior habría tenido el doble de tiempo; para en ese caso, sí acabar aburriéndome, en la sala de espera.
El dos, tres, Sierra era el nombre de mi nueva aeronave. Un pequeño hidroavión, nada que ver en cuanto a tamaño con el anterior, aunque su interior si era amplio para las ocho plazas que disponía. Mis compañeros de vuelo, salvo uno bastante más corpulento y fuerte que todos los demás, me resultaban vagamente familiares y casi hubiera jurado, que eran los mismos que compartieron conmigo la primera clase del C409. En este pequeño moscardón de hélices no había ni auxiliar de vuelo ni azafata alguna, pero si dos carritos repletos de bandejas con comida y neveras con bebidas para nuestro autoservicio.
En esta ocasión, y aunque la estimación era de tres horas de vuelo, evité el vodka conformándome con unas cervezas belgas estilo trapense; de esas que alegran hasta el espíritu mas decaído con sus solo diez grados alcohólicos. Como era algo más de medio día, hora local, comí bocaditos de jamón y bebí el espumoso elixir de los monjes sin reservas. El caso es que me quedé tan bien que me permití echar una siesta para acabar el resto de la travesía sin enterarme. Así que cerré los ojos y dormí a pierna suelta.
Tercera parte. La isla
No recuerdo haber soñado nada en concreto, pero empecé a notar una sensación de humedad por todo el cuerpo como si estuviera empapado. Mi subconsciente me debía estar pasando un aviso y, en ese estado de somnolencia, llegando a pensar que la cerveza me había pasado una mala jugada vaciándome la vejiga sin aviso alguno. Lo curioso es que no podía moverme, ni reaccionar. Algo raro me estaba pasando y la inquietud reforzó el negro de mi, ya por sí, oscuro sueño.
No se el tiempo que así estuve consciente, pero incapaz de moverme o abrir siquiera los ojos. No tenia miedo pero sabia que algo había pasado y mis pensamientos se empezaban a temer lo peor. ¡Joder! cada vez que me duermo en un avión pasa algo y no precisamente bueno. Mis sospechas empezaron a tener fundamento cuando las yemas de mis dedos empezaron a tener tacto. La sensación rugosa de una lona o plástico fuerte me recordó el chaleco salvavidas del otro avión, debía tener mis manos sobre el pecho como un finado.
Ahora ya no estaba tan seguro de no tener miedo y mi siguiente percepción disparo si cabe aún más las alarmas. La oscuridad de mi visión se transformó en una intensa luz que me deslumbró por completo. ¡Hostia! ya no había duda, mi viaje no habría sido hasta el infinito pero si al más allá. Este apoteósico pensamiento se vino abajo cuando la parte delantera de mi cuerpo empezó a sentir un calor seco que acabo siendo abrasador, en contraposición por la completa humedad de mi espalda y la parte posterior de las piernas. Vamos, que sin juicio ni nada por el estilo, me han mandado al infierno y me tienen ya en la barbacoa.
Me cubrí con un brazo los ojos a modo de visera, ya había recobrado algo de movilidad, antes de abrir pesadamente los parpados. La luz fue cogiendo colores y formas y me vi en la orilla de una playa, tumbado boca arriba, con un chaleco salvavidas del dos, tres, sierra. Allí estaba yo, varado en la arena igual que un tronco a la deriva traído por el mar, pero con el sol de cara antes de desaparecer por el ocaso.
Cuando recobré completamente la movilidad acabé de desentumecerme recorriendo y reconociendo la pequeña isla en todas las direcciones. Por su tamaño igual era más un islote grande con solo una cala en un lado de la misma y el resto acantilados. En medio había algo de vegetación y, como en los chistes de náufragos, algunos cocoteros. Como última etapa fui a la parte más alta para tratar de divisar en el horizonte tierra, o al menos una isla mayor preferiblemente habitada.
Me pareció otear más islotes del mismo pelo que el mío, pero en aquel momento no tuve claro si eran reales, reflejos en el mar, o directamente imaginaciones por el deseo de que realmente si existieran. Al regresar hacía la playa un tintineo entre las rocas me produjo una inesperada alegría. Un minúsculo manantial apareció ante mis ojos. Quedaba comprobar si era agua potable (de perdidos al río), arrimé la boca al hilillo del transparente líquido y… Efectivamente parecía agua de lluvia filtrada entre las rocas y, por supuesto, nada salada.
La luz solar ya no era tan clara, seguramente, en una hora estaría solo a merced de las estrellas y de la luna; si tenía a bien, ese día, no ser nueva. Por lo que decidí ver que encontraba en la playa para improvisar algo y pasar la noche. Bueno, cuatro tablas de algún palé caído al mar, y unas palmas secas, no me daban para un apartamento en primera línea de playa, pero sí para un destartalado chamizo en tercera fila adosado a un cocotero.
Me vino bien haberme puesto ciego a bocaditos de jamón el el hidroavión porque esa noche no eché en falta la cena. Las palmas de cocotero no eran un cómodo colchón pero al menos me aislarían de la humedad del suelo. Pensé en hacer fuego con dos palitos aunque, con esa agradable temperatura y siendo allí el depredador más grande algún ave migratoria que hiciera parada y fonda, preferí dejar el problema para el día siguiente.
La verdad es que dormir al raso viendo un cielo estrellado es de lo más relajante, no eché en falta a la luna que a saber por donde andaría. Por la mañana me desperté pronto, no vi el amanecer porque el sol sale por el lado contrario de la cala, pero mirando a las rocas vi como paulatinamente se iba clareando el oscuro cielo que las cubría. Era buen momento para pensar en mi situación allí solo en donde ni Dios me encontraría.
En mi bolso de mano estaban todas mis cosas, navaja multiusos y móvil incluido, aunque aquí seguro que no tendría cobertura. El único objeto que tenia encima era mi Diver automático Orient, y mientras yo me moviera el tampoco se pararía, así que al menos sabría el día y la hora en la que estaba. Al haber agua potable tampoco me moriría de sed y con la cosecha de cocos creo que un mes o más aguantaría sin problema.

Lo primero era hacer una búsqueda más exhaustiva de cualquier cosa que pudiera valerme para mejorar mi situación. Encontré algunas tablas más, un trozo de maroma bien reseca y dos botellas de vidrio que, afortunadamente encalladas entre las rocas, no se habían roto. Por supuesto, piedras de cualquier tamaño o forma, así como bastante maleza seca para cuando me decidiera a hacer un fuego.
En cuanto al alimento descubrí que en un lado de la isla, justo donde más rompía el agua se formaban pozos y quedaban atrapados con la marea peces del tamaño de las sardinas que, si bien no sabrían igual, sí serian igual de comestibles. Buceando, donde no cubría mucho, se veían bastantes cangrejos y hasta alguna langosta o algo parecido que habría que catar. Por último, los moluscos también hacían acto de presencia, unos pegados a las rocas que me recordaban a las lapas y otros que parecían primos hermanos de los mejillones.
Lave bien las botellas y una la usé para recoger el agua del manantial, mientras que la otra blanca y más plana la medio llené de agua salada sellándole la boca, para que fuera mi particular lupa y encendedora de fogatas. Deshilache la maroma, con la cuerda resultante, una tira de madera, y una cascara de coco me hice una especie de látigo recolector de cocos; más preciso y fiable que andar tirándoles a pedradas. Con un trozo de cascara de coco a modo de platillo, al sol obtenía la sal que necesitaba para cocinar evaporando el agua de mar.
Con la lupa al principio tuve algunos problemas de foco, hasta que se me ocurrió hacer un soporte a la botella con la altura justa, ahora a pleno sol en solo unos minutos ya se prenden las virutas o ramitas De los cangrejos desistí, sus pinzas no se andaban con bromas y tampoco eran un manjar para mí, al igual que las lapas que arrancarlas sin un cuchillo o algo parecido también era un esfuerzo innecesario. Con las langostas, igual no acostumbradas a los humanos, su captura resultaba más sencilla. Para evitar verlas sufrir mientras se asaban, según las capturaba les seccionaba la cabeza; devolviéndola al mar para alimento, seguramente, de los cabrones de los cangrejos.
Así, casi sin darme cuente y sin echar de menos las comodidades urbanas, pasaron nueve días, mi Diver automático no se había parado; lo mismo que yo salvo en mis largas siestas de la sobremesa y las noches contemplando, casi hipnotizado, las constelaciones del firmamento. Con la dieta de cocos, mejillones, pescaditos a la plancha y alguna langosta de vez en cuando no pasaba hambre. El trabajo cotidiano; explorando y buscando cosas entre las rocas; bañarme para recoger la comida, o el de preparar o mejorar algún artilugio; no solo me mantenía entretenido, sino que también me había hecho coger tono muscular perdiendo grasa ganando en ligereza y flexibilidad, pero lo mejor era la sensación de paz y tranquilidad.
Lo de subirme a lo más alto del acantilado para intentar divisar alguna isla más fue algo que iba delegando para el día siguiente y así sucesivamente. Lo mismo que hacer una pira o señales de humo para ser rescatado. Sin saberlo aquella pequeña isla tan remota con lo poco que podía ofrecerme me saciaba en todos los sentidos. Desde que me desperté aquella primera tarde en su orilla hasta esta décima noche me he sentido más como un invitado que un naufrago desterrado.
Cuarta parte. Vuelta a la civilización
Está décima noche había sido especial, la luna sonriente como una gran «D» fue pasando muy despacio por delante de mi vista celestial. No quería dormirme, pero el suave y cadente sonido de las olas me acabó arrullando como a un niño. De hecho descansé, ya acostumbrado a mi lecho de palmas secas, mejor que nunca. Mi desayuno iba a ser un buen zumo de coco y una infusión de unas florecillas que había descubierto, las cuales nada tenían que envidiar a cualquier té o manzanilla de bolsita o a granel.
Mi paseo recolector por la playa y las rocas se vio alterado por un estridente zumbido que, a medida que aumentaba, se me iba haciendo algo familiar. Quise negar la mayor, la menor y hasta la de en medio, pero finalmente el hidroavión 23S amerizó en mi cala parándose casi en la misma orilla. Se abrió la puerta y el pasajero de la otra vez, el que era más corpulento que un armario empotrado, me llamó para que recogiera mis cosas, sobre todo el chaleco salvavidas que yo había usado de almohada, que ya era la hora y nos teníamos que marchar. «Para mis adentros pensé: ¿Hablas conmigo? inoportuno pedazo de alcornoque».
Ser rescatado así no me hizo dar saltos de alegría, ni siguiera de sonreír, por mi me habría quedado al menos otra semanita más. Al entrar en el aparato estaba todo igual que cuando lo dejé diez días antes, mi mismo sitio con mi bolso de mano y, como no, los otros seis mismos pasajeros de la ida. El único que habló fue el grandullón, me pidió que le firmara los papeles de que había sido recogido según lo acordado, diez días después de haberme depositado sedado en la orilla de la playa, rechazando reclamación alguna por el perjuicio o las carencias tendidas durante ese periodo.
No podía dar crédito a lo que estaba leyendo, pero mecánicamente cual autómata lo iba firmando todo. Una vez acabado el papeleo me dedique a observar a mis otros compañeros de vuelo y salvo uno, que joder era mismo que estuvo delante mío con Rufino en la agencia de viajes Nueva Aventura, el resto miraban ansiosos y crispados por las ventanillas como sí de esa manera le metieran el turbo al pequeño hidroavión.
Mi paisano y yo éramos los únicos que parecíamos estar complacidos por la experiencia, cruzándonos maliciosas sonrisas de complicidad de vez en cuando. Finalmente hicimos por coincidir en uno de los carritos de comida y con sendas botellas de cerveza belga, algo que si eché de menos en mi islote, y bocaditos de jamón a discreción, rompimos el hielo y nos presentamos formalmente; mas que nada para disimular las risas mientras veíamos el cabreo de los otros pasajeros, a los que solo les faltaba echar humo por las orejas para fumar en pipa.
Pues resulta que mi colega, no solo era paisano, también vivíamos a solo dos calles. En el cine casi seguro que nos habríamos cruzado sin enterarnos al ser aficionados a los mismos géneros. Yo le sacaba algunos años, pero no tantos como pensé la primera vez que lo vi en la agencia. El por lo visto si había leído las condiciones del viaje donde claramente se indicaba que seria una experiencia salvaje y solitaria de nueve días y diez noches. Yo no podía dar crédito a mi despiste, no me había leído los papeles que Rufi me dio para firmar, incluida la autorización del somnífero psicotrópico para darle mas realismo a la aventura.
Bueno, en el hidro nos pusimos al al día de nosotros mismos que siendo dos tipos algo freaks pero del montón, sin llamar la atención ni ser relevantes en nada, no necesitan mas que un par de horas para resumir toda su vida. En el avión grande, el vuelo 209, nos sentamos al lado en la primera clase. Así, entre cervezas y bocaditos de jamón, nos pasamos las ocho horas de la travesía compartiendo los truquillos y los inventos que realizamos en nuestros respectivos islotes. Esos diez días habían tenido más contenido que el resto de nuestra sosa existencia.
Como anécdota y casi un déjà vu, en el viaje de vuelta también hubo una tormenta del copón que nos dejo un buen rato a la deriva, pero para cuando oímos por la megafonía el temido «ajústense los cinturones vamos a tener una noche movida» estos dos mendas ya se habían aprovisionado bien con víveres sólidos y líquidos. Y, ni cuando estuvimos amarrados al asiento con el chaleco salvavidas y la mascarilla de oxígeno puesta, dejamos de comentar nuestras vivencias en la isla. Lo de cruzar tanto en la ida como en la vuelta, para ahorrar costes por el triángulo de las Bermudas, también lo habíamos autorizado; eximiendo de cualquier percance o posible indemnización a la compañía aérea contratada y subsidiariamente a la agencia de viajes Nueva Aventura.
Por cierto, mi nuevo colega se llama Louis y presiento que será el comienzo de una hermosa amistad.
Autocritica
Sí. lo sé, esta entrada es un despropósito. Cuatro mil palabras para una historia, en mi caso, es un empacho que únicamente se podría haber medio salvado haciendo un post para cada una de sus cuatro partes. Yo soy el primer defensor de micros o relatos cortos, de esos que con el mínimo tiempo de lectura te hacen volar la imaginación, y no te la saturen de párrafos como este.
Por cierto, llegando por fin al final de la historia se me fue ocurriendo un epilogo (marca de la casa) con un último giro, pero con esta abusiva redacción ya me pareció hasta a mi abusivo y acabar con la frase estaba bien. Las coletillas pueden vestir un relato corto, pero también acabar de dar la puntilla a uno demasiado extenso. Que al menos el final le deje al sufrido lector la mente abierta para relajarse de la retahíla padecida.
Mi única excusa es que al ser réplica a un reto carente de límite de extensión, la bola de letras al igual que su homóloga de nieve mientras más tecleaba más crecía, escapándose finalmente de mi control con esta barbaridad; que ha desbordado mi nivel narrativo y, por supuesto, el sintáctico o gramatical. Sé que a JA promotor del VadeReto no le parecerá mal mi entrada, pero si no acaba empachándole si le caerá algo pesada.
Como critico esta clara mi opinión, pero como autor de este tostón solo puedo decir que más que un reto superado, sobre todo por su desmedida extensión, ha sido un trabajo agotador. Sí bien al escribirlo las horas fueron un viaje literario entretenido, en la primera lectura y corrección de errores faltas de bulto la travesía se me hizo interminable y cansina.
Así que tanto desde los zapatos del escritor, como de los de un lector, o de un critico bloguero, este ejercicio literario me ha dejado en cada rol alguna ampolla. No voy a decir que no repita en el futuro la experiencia, pero espero que esa ocasión el calzado sea más apropiado.
¡Ay!, JM, te iba a gastar la broma de que me había queao dormío al mismo tiempo que el prota, en los primeros párrafos, pero, no. Me lo he bebío, al mismo tiempo que mi café frío. Soy más lector que escritor y por eso no me preocupan las «aventuras» largas.
Es verdad, como dices, que los relatos cortos y los micros son capaces de atrapar más rápido la atención y consumir menos tiempo del que lee, es la moda actual. Todo tiene que ser cortito, intenso y a otra cosa, marisopa.
Nanai.
Es necesario un buen puñao de palabras para crear la atmósfera necesaria para la historia, la intriga que te empuje hasta el final, el desarrollo de los personajes, la buena narración de la trama. Para mí, el tiempo dedicado a un buen relato, por muy extenso que sea, nunca es tiempo perdido.
Ciñéndome ya a tu historia, no se me ha hecho pesada. Al contrario, lo has estructurado muy inteligentemente. Primero, dividiéndolo en capítulos (ya te quea menos para la novela😜), segundo, cambiando los escenarios y las sensaciones, y tercero, creando un buen suspense sobre las características reales del viaje y su desenlace.
Me ha gustao, amigo escribiente. Y no es peloteo por pertenecer a la familia acervolense, te lo digo de corazón. La narrativa es amena y con tus típicos toques humorísticos. La narración en primera persona hace que te involucres en la aventura y… ¡me has recordado tanto a mí! En cada viaje que hago, sobre todo los de larga duración, intento por todos los medios pasarlo durmiendo (siempre les hago la broma a mis acompañantes de que me hagan como a MA, el del equipo A).
Solo dos apuntes más. Pásame los datos de esta agencia que me interesaría apuntarme y, ¿no te llamarás Rick y usas gabardina, verdad?
Felicidades por el relatazo, por participar en el VadeReto y por regalarnos siempre historias interesantes.
Cervecitas y montaítos de jamón para celebrarlo, pero en una terracita, que tampoco soy yo de viajar. Un Abrazo.
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Hola, JA. Yo está claro que leo mucho menos que tú de ahí que cuando lo hago enseguida me doy cuenta si han estirado la historia con descripciones innecesarias, repetidas o redundantes. En mis últimas lecturas yo habría eliminado un 20-30% para que ganaran ritmo.
En esta historia como comenté al ser para tu desafío no me parecía adecuado hacerla por entregas, así que apechugué y me dejé hasta las pestañas. Como curiosidad te diré que me llevó sobre doce horas y de ahí que acabara más grogui que un boxeador noqueado.
Espero, por el bien de todos, ser más conciso la próxima vez. Con mil palabras ya se puede crear algo decente 😂😂
La agencia de viajes me parece que nosotros no nos aceptarían como clientes, si volamos en primera acabamos con los bocaditos de jamón y la cerveza a mitad del viaje y seguro que en la tormenta pasando el triángulo de las Bermudas no lo pasamos contando chistes 😂😂
Y no, no me llamo Rick. Me llamo Vanjav, JM Vanjav 😎👍🏼
Saludos y el mes que viene más, 5000 o 6000 palabras 😂😂🤣🤣🖐🏼
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Bueno, estoy de acuerdo contigo. A la mayoría de los libros les sobran páginas. Creo que la diferencia está en si éstas te empechan y hacen pesada la lectura, o por el contrario, las aceptas porque te amplian el imaginario del libro y en muchos casos te permiten alargar la vida de la novela. Siempre que estés disfrutando con ella, claro. Soy un fanático de los relatos cortos y cuentos, sobre todo en los últimos tiempos, y me fascina el arte de compactar una historia en pocas palabras, pero que explosione en tu mente y ahí se expanda sin límites.
Aunque tú tienes bula para expandirte lo que quieras 😜 me ha dejao KO el saber el tiempo que le has dedicao. Además, para terminar agotao hay otras actividades más lúdicas. 😝
En lo de la agencia también tienes razón, no te acostumbres 😅, a nosotros no nos aceptarían en nada que tuviera buffet de comía y bebía. 🤣🤣
Tu despedida me ha recordado a aquel que dijo: Llámeme Bon, Bom Bon. 😂😂😂
Un abrazo
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El debate que has sacado me gusta y en mi opinión, como lector no compulsivo, las páginas que se sobran son las que innecesariamente repiten algo. Esta bien para no perder el hilo que nos refresquen la memoria con alguna situación o descripción pero no exhaustiva y detallada, creo que es mejor añadir información que repetir párrafos enteros, seguro que sabes a que me refiero. En cuanto al exceso de detalle me parece una forma de limitar la imaginación del lector y yo como rebelde paso además me saca de la historia. Las tramas secundarias pueden fortalecer como una red el meollo del asunto, pero si tiene muchos nudos o son demasiado grandes pueden asfixiar la historia o diluirla. Para los que somos vagos leyendo, a pesar de pasarlo bien cuando lo hacemos, todo lo que te he comentado es como si comieras un bocata de jamón en la playa y cada bocado te triscara por la arena.
El tiempo que empleo por relato, no se el resto de compañeros, viene a ser unas dos horas escribiendo y luego otro tanto con la primera lectura y corrección; te hablo de algo sobre mil palabras, incluso los micros de dos párrafos me pueden llevar una o dos horas según el nivel de imaginación. Este que superaba las 4000 palabras si anduvo por las doce horas, y mira que me gusta hacerlos de un tirón, pero cuantos más párrafos mas tiempo de relectura y corrección así que tuve que acabarlo al día siguiente. No me pesa el tiempo empleado, tratar de plasmar mi imaginación con palabras me resulta muy gratificante. Lo que me mata es que como no lo hago tan bien como quisiera luego al leerlo, aparte de las faltas ortográficas, puntuación y mi defectuosa gramática en general, y esas son las horas que me agotan. De hecho al final, al igual que cuanto estas con números, ya no ves ni los errores de bulto.
Yo ahora ya no como tanto y en un buffet dejaría bastante que desear, pero en primera clase de un avión con los bocaditos de jamón y la cerveza todavía podría mantener alto el pabellón. Si te animas podíamos probar a ponernos ciegos mientras atravesábamos una tormenta en El Triángulo de las Bermudas 😂🤣
Algo redondito sí estoy pero seguro que, salvo para algún caníbal más cegato que Mr. Magoo, yo no pasaría por un bombón. 🤣🤣🍻🍻🖐🏼
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Hola, JM. Me sorprendió lo extenso del relato la verdad. Yo he notado que en este mundo de los blogs pocos lectores se avientan a leer algo demasiado largo y claro a veces se pierden de cosas muy buenas, pero es que a veces la gente simplemente no tiene el tiempo. La idea de los accidentes y que el protagonista vaya un poco «mareado» y no lo note es muy buena. Igual no divulgues los datos de la agencia esa, no nos vayamos a equivocar y nos dé por viajar con ellos. Saludos.
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Hola, Ana. El primer sorprendido fui yo porque cuando una historia se me desmadra en extensión la publico en partes, pero siendo esto un reto no me parecía oportuno postearla por partes. Así que procuré al menos que mantuviera el ritmo para que quien se atreviera a leerla no le pasará como al protagonista y se durmiera.
Supongo que, yo si hiciera un viaje largo en primera clase, haría lo mismo que él para amenizar la travesía.
En cuanto a la agencia ya has visto que si no quieres gastar mucho el gordito siempre encuentra algo arregladito de precio 😂
Saludos 🖐🏼
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😂👍😘
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Un viaje que empieza con Toy Story y termina con Casablanca no puede salir tan arregladito de precio. Entre medias, Tom Hanks hablándole a un coco y Cyrus Smith encendiendo la candela, estos menos evidentes, pero creo verlos a contraluz. En la agencia de viajes me pierdo, quise ver a un tal Fernando Galindo -un admirador, un esclavo- en el aventajado vendedor, pero este no interactua, como seria inevitable, con la gachí y eso me descoloca. Aun asi hay algo en esa agencia que me suena, y no se qué es.
Seguro que no he dado ni una 🤣🤣 tiene su explicación: yo no veo películas, sino guiones.
Y ahora, a por el texto.
¿Te parece largo? ¿En serio? Será que como últimamente no leo nada que baje de las mil páginas me ha sabido a poco… y eso es siempre buena señal: Cuando el lector se queda con ganas de más, es porque lo leído ha gustado. Es mi caso.
Engancha, se lee de un tirón, tiene momentos divertidos, una tensión que se sostiene y que culmina en la escena del hidroavión con un desenlace inesperado y sólido. Bien por ti.
Un abrazo.
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Hola, Isra. Entre las evidentes te has dejado algunos diálogos de la agencia, el de El Padrino con su oferta y el del cliente que emula Harry el sucio aka Clint Eastwood en impacto súbito con su alégrame el día. Los dos operadores de la agencia son un contrapunto que se complementan, aventuras VIP la mujer 10 y en plan cutre el gordito simpático.
Luego, como le comenté a JA, las matriculas de los aviones son de dos pelís de los 70 de Aeropuerto y el vuelo 239 es el de aterriza como puedas.
Lo de abróchense los cinturones. Va a ser una noche movidita es de Eva al desnudo, que la vi hace mucho y la tengo totalmente olvidada. Lo de ¿hablas conmigo? es el manido diálogo de De Niro en Taxi driver ante el espejo. Y seguramente haya alguna referencia más pero ya más velada y subjetiva.
Para mí es mucho porque como lector discontinuo necesito que si es largo tenga ritmo para mantenerme la atención. Tenia pensado una quinta parte a modo de epílogo donde se desvela un poco la trama y el rollo que se trae la susodicha agencia de viajes, pero creo que queda mejor así la historia y que cada uno imagine lo que quiera.
Me alegro de que te haya gustado, con comentarios así el esfuerzo, sobre todo el de relectura y revisión, quedan más que compensados.
Saludos 🥂🖐🏼
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Hala, me vas a hacer leerlo otra vez 🤣
Ya te digo, no veo películas sino guiones, y no veo muchas la verdad. Prefiero los libros.
Había tensión en esa agencia, si, guardate esa trama secundaria que igual da para una buena historia más adelante…
Abrazos!!
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😂😂 No, para nada, no vuelvas a leerlo. Yo soy más de cines que de libros, así que cuando me lanzaste el guante sobre referencias cinematográficas, no sabías donde te metías 😂😂
En cuanto a la trama sí que la agencia tiene juego e iba a descubrirlo en el epílogo que no añadí porque ya era bastante larga la historia y tenía que darle un par de vueltas más a esa misteriosa agencia y sus dos operadores también vinculados con el grandullón del hidroavión.
De momento así se queda mi cabeza todavía está saliendo de la tormenta del triángulo de las Bermudas.
Saludos cordiales 😁🖐🏻
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Por cierto, quizás la referencia cinematográfica más importante esté en la propia estructura de la historia. Al separarla en capítulos has implantado el esquema clásico de un guión, típicamente del guión de las películas de aventuras…
Esa si la vi. Veo guiones.😉
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Joder, perdi la ocasión de haber terminado el comentario con:
«En ocasiones veo guiones»
Ya no tiene remedio. Sayonara, babe.
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Tranquilo, me has alegrado el día como respondería Harry El Sucio empuñando su Magnum 44. Y como diría Porky, esto, esto, estoes todo amiguitos 🐷🖐🏻
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Seguro que tienes razón. En cuanto se me alargó la cosa tuve que separarlo por partes y procurando que hubiera ritmo en todas ellas para que se me ahogaran los lectores sin llegar a la isla y ni tan siquiera haber tomado el primer avión 😂😂🖐🏻
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¡Hola, J.M! Jo, ¡qué aventura! Un personaje más bien sedentario que busca una experiencia viajera y, desde luego, cae en una Agencia muy particular en la que hay que leer la letra pequeña, eso siempre! Un relato que se disfruta de principio a fin, porque a todos nos gusta una buena historia en la que el personaje toma decisiones y estas tienen consecuencias. Si ello es así, y además lo estructuras en capítulos siempre se conseguirá que el lector que lea las primeras líneas no deje la lectura hasta el final.
Personalmente, prefiero siempre la historia completa a trocearla en varias entradas por aquello de que el efecto se consigue de manera más efectiva y la capacidad de atención se mantiene.
Ah! El guiño final imagino que se refiere a Louis Vuitton, con lo que el viaje no solo le ha resultado una experiencia gratificante, sino que le ha dejado un futuro espléndido.
Un fuerte abrazo!
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Hola, David. Me alegro de que te hayas atrevido con este relato que me fue creciendo, como una bola de nieve, a medida que iba tecleando. Has acertado en todo menos en el guiño final que es una referencia literal a la última escena de Casablanca. Sí, porque un desafío añadido era incluir referencia cinematográficas, algunas directas como esa, otras de El Padrino en la agencia, el mismo título es otra, a Harry el sucio en Impacto súbito, Eva al desnudo, Taxi driver, y Náufrago. Las referencias de los aviones son de la franquicia de Aeropuerto y el vuelo 239 es el de Aterriza como puedas. Este mes dos de mis retos habituales han estado muy vinculados a mi afición artística de toda la vida el cine 😁
Sí coincido contigo en que por entregas se pierde un poco la intensidad de la historia. En cambio, cuando podemos elegir en que capítulo lo dejamos seguimos expectantes el momento de retomarlo; claro, siempre y cuando, la historia nos haya enganchado.
Gracias por pasar y participar. Saludos 🖐🏼
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¡Hola, J.M.! ¿Para cuando la siguiente parte? Me ha enganchado tu relato y se lee fenomenal, aunque es largo pero está fenomenalmente estructurado. Además me ha parecido divertido y el desenlace totalmente sorprendente.
Buena opción la agencia de cercanía, consumo de barrio, je, je.
Un abrazo
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Hola, Lola. Me alegro de que te haya gustado, sobre todo a pesar de su extension. Sí, hacerlo por partes y procurando mantener el ritmo con un toque de humor, creo que es lo que me ha salvado.
Tengo medio pensado un epílogo que le daría un último giro, pero le daré un par de vueltas y no creo que se alargue tanto y en esta igual obvio las referencias cinematográficas.. La agencia de viajes no ha dicho su última palabra.
Gracias por pasar y comentar 🖐🏻
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¡Hola J.M.! Muchas gracias por tu relato. Además de una muestra de gran destreza narrativa y creatividad, nos induce a pensar que una situación de lo mas trivial puede depararnos algo inesperado, tal vez una singular aventura; y esto es bueno, porque nos hace salir de la monotonía diaria.
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Hola, gracias. Me alegro de que te haya gustado, hasta los más anodinos y sedentarios necesitamos una aventura así de vez en cuando. Gracias por pasar y comentar 🖐🏼
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¿Largo? ¿¿¿Quién dijo largo??? Últimamente el personal no tiene tiempo ni de acabar un micro-relato, todo debe ser cortito y rápido. Pues a mí me ha encantado, y no sólo por la extensión, sino porque desde un principio me he metido en la historia y hasta que no me he puesto a reír con el final, no he parado. Ya sé lo que tengo que hacer la próxima vez que compre un viaje en una agencia: no leer la letra pequeña. ¡Mira todo lo que se hubiera perdido nuestro amigo si la hubiera leído y hubiera sido cauto! Gracias por tu relato y gracias a Jose Ant. Sánchez por su hermoso VadeReto que acabo de descubrir, un juego divertido sin reglas (que es lo que más me gusta). Algún día, si me animo, acerco mi aporte. Saludos a todo el grupo.
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Hola, Trujaman. Bueno, si no se te ha hecho largo es porque te ha entretenido y eso sí que me resulta un halago. Conseguir mantener la atención después de los dos primeros minutos de lectura para mí es un desafío.
Con esa agencia de viajes no estaría mal contratar un crucero por El Caribe, seguro que nos mete por El Triángulo de las Bermudas para que sea más emocionante el viaje 😂
En cuanto a lo de participar en el VadeReto seguro que JA estaría encantado y el resto exactamente igual. Al ser un desafío bastante libre y abierto uno mismo se siente más motivado al no estar tan amarrado.
Gracias por pasar y comentar 🖐🏻
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¡Hola!
Como tú mismo admites, largo el relato te ha quedado un rato. Pero para serte sincera me has ido enganchado poco a poco. Primero, firma sin leer el contratoa de viaje. (Ya sabía yo que algo tramabas) Los desastres en los aviones, tanto dormir… y ya al verlo caer en una isla solitaria… jajaja eso es lo que pasa por no leerte la letra pequeña de los contratos. Aunque me ha gustado esa actitud del protagonista, que aprende a disfrutar de su mala suerte, bueno, eso cree él, que ha naufragado por mala suerte… Del viaje saca esos días tranquilos en la isla y la amistad con ese compañero de avión. Eso sí, si vuelve a la agencia, se leerá bien leído el contrato. ¿O tal vez no?
He pasado un buen rato con tu relato y tu personaje.
Saludos
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Hola, JL. Para los que somos de vida sedentaria y perezosos a la hora de viajar esta agencia es un chollo. Suplir las comodidades por ingenio es una forma de despertar y si lo aceptamos eso habremos ganado, En cambio, los que solo escogieron ese viaje por lo barato que era no aceptaron de buen grado la letra pequeña del mismo, es decir la mayoría.
Igual me animo y busco un viaje de esos, la tan ansiada paz y la tranquilidad igual la buscamos en el sitio equivocado.
Me alegro de que te haya gustado esta mini novela, para mi fue doble el reto, se de primera mano que no es fácil mantener el interés de la lectura 😁🖐🏼
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