VadeReto (SEPTIEMBRE 2022).-


Nunca se sabe cuando puedes estar delante de ese puente, pero cuando sea no dudes en cruzarlo

A un urbanita y además de costa como yo, quién le iba a decir que pasar el otoño en un pequeño pueblo de esos de paso a mitad de una comarcal de montaña, sería de lo más divertido. Para evitar el caro peaje de la autovía, mirando con detalle el mapa por Internet, descubrí entre un laberinto de caminos o pistas que había una estrecha carretera que culminaba el puerto y enlazaba con la general al otro lado.

Si tienes prisa usas la autovía que circunvala el macizo y en una hora estas en la capital de la comarca, pero si quieres ver paisaje e ir poco más rápido que un tractor tienes el atajo mencionado que te lleva toda la mañana. En mi caso, ni la tengo ni mucho menos dejo que me la metan. Y así fue como conocí esta villa, la única existente en todo ese aventurado trayecto.

Como representante (no voy a hacer publicidad de que conocido producto) en semanas alternas, cada lunes, tomaba la autovía para luego hacer las visitas a mis clientes de la capi, haciendo el viernes o el sábado en camino inverso de vuelta. Fue casi a finales de verano, aprovechando un puente, cuando decidí probar el atajo.

La ruta aparte de revirada y con algunas pendientes de cierta precaución, me resultó de lo más variopinta y gratificante a la vista. El tránsito era casi nulo y, a la escasa velocidad que circulaba, me daría tiempo para pisar el freno ante cualquier imprevisto evitando el accidente. Cuando subiendo llegué a la altura del pueblo en cuestión decidí visitarlo y si era posible comer.

Mi primera sorpresa en aquella villa de montaña es que había hasta posada para pasar la noche. Un riachuelo separaba dos barrios, a la izquierda estaban las casas vecinales y a la derecha el bar con posada, una tienda de todo un poco y una mínima estación de servicio. Vamos que en el lado derecho estaba la zona comercial y de servicios; lógico al ser por donde se comunicaba la comarcal.

No daré pistas, pero en estos lares son más de sidra que de cerveza y nada más entrar al bar pedí una botella bien fresca para no desentonar. Al otro lado de la barra, una mujer que dejó de ser moza hace algunos lustros me respondió, con más guasa que sorna, que me fuera al río, bajo el puente, que allí estaban las más frescas.

No fue el tono burlón del doble sentido lo que me sonrojo sino su amplia sonrisa al mirarme mientras me lo decía.

Azorado y con paso ligero, entre las risas de los dos parroquianos que allí estaban sentados, hice caso a vacilona mesonera. Al ver la jaula de botellas a remojo, justo donde me dijo, confirme que aquello sería el comienzo de una buena amistad.

Después degusté la comida y no pude por menos que alabar su cocina. A aquella mujer igual le faltaba algo de peluquería, pero bromeando y cocinando iba sobrada. Al ser el martes festivo podía hacer noche allí también, en vez de mi pensión habitual cuando iba a la capital, y probaría la experiencia de dormir en el campo.

A pesar de mi buen recuerdo de aquel lugar y de la posadera, se acabó el verano sin que yo volviera a tomar aquel atajo de montaña. El trabajo y las inseguridades, de cuando se supone que ya tienes que estar curtido para ciertas cosas, me hacían evitar volver a pasar por aquel pueblo con dos barrios separados por un riachuelo, pero unidos con un puente y de piedra macizo.

Unas obras en un carril de la autovía me dieron la excusa para volver a subir por aquella comarcal. Ahora que era temporada baja igual y hacía más fresco la sidra ya no necesitaría estar a remojo en el agua. Al entrar en el bar hice la misma petición y, en esta ocasión, la mujer me miró de arriba a abajo y viceversa para luego soltarme que si ya me había olvidado de en donde estaba la sidra más fresca.

En fin, que me puse más rojo que la primera vez, no hará falta que lo diga, pero en esta ocasión las risas suya y mía fueron dos sonoras carcajadas. La fabada de la comida, y la jarra y medía de vino con la que pude digerirla, fueron argumentos de sobra para ajustar con la patrona mi estancia fija en la pensión.

Y así fue como esta rata de ciudad costera se pasó todo el otoño en un pueblo del interior. Resulta que desde allí tardaba justo lo mismo que desde mi casa en llegar a la capital y como había Wi-Fi podía trabajar igual que desde la ciudad. Además, lo de pedir a la tabernera una sidra fresca, o preguntar a la cocinera que había para comer, o pedir a la patrona que me lavase la ropa, siendo las tres la misma persona; siempre acaba en risas, cuando no, en descojono mutuo.

Epílogo

Cuando llegue el invierno voy a pedir a mi patrona revisión de contrato porque me jubilo, y podré compensar en algo el pago echando una mano; en lo de llevar jaulas de sidra al río tengo práctica, y como pinche en la cocina tampoco lo hago mal probando todo lo que se guise. Pero eso sí, en verano que se pongan sus sobrinos a llevar el bar y la posada, que nosotros nos vamos a la playa aunque mi piso no esté en primera línea; el paseo marítimo nos hace de puente panorámico.

P.D. Me ha dicho que vale, pero que estaré a prueba hasta la primavera. Todavía no sé en qué fregado me he metido, pero a mis años poder comer bien y tener a alguien con quien reírte a diario, y no necesariamente por ese orden, en esta vida no tiene precio.


9 comentarios sobre “VadeReto (SEPTIEMBRE 2022).-

  1. Buenos días, JM.
    Un magnífico relato con el que consigues transmitir esa atmósfera rural tan cercana, tranquila y hospitalaria. El regusto de esas comidas, caseras de verdad, y las bebidas enfriadas a la antigua usanza. Nosotros lo hacíamos en la playa.
    Me recordaste esas sonrisas tan sanas y cálidas con que me recibían las tías abuelas de mi padre en Conil. No me extraña que terminaras quedándote allí. El pueblo y la mesonera lo merecen.
    Un puente maravilloso hacia una bella jubilación.
    Felicidades, gracias por tu aportación.
    No tengo sidra, pero te invito como siempre a unas cervezas. 😉
    Un abrazo. 🤗👍🏼🍻🍻🍻🍻

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    1. Hola, JA. Estoy de la cabeza, voy a tener que dejar la cerveza. Estaba en la cuenta que te había contestado y ni palabra tenía escrita.
      Bueno, me alegro de que te haya gustado esta historia campechana junto con esos recuerdos que mencionas.
      Gracias a ti por la paciencia y doble de cerveza: 🍻🍻🍻🍻🍻🍻🍻🍻🍻🍻

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  2. ¡Hola, JM! Pues un relato que bien puede indicar el futuro, y es que me da que las próximas décadas se va a producir una vuelta a los pueblos en busca de entornos más hospitalarios y cercanos a la naturaleza. Pronto comenzará el fin de la España vaciada, desde luego que yo me apunto como el personaje de tu relato. Un abrazo!

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  3. Da gusto leer un relato ameno y con gracia. Eso de la prisa… lo escucho por aquí cada día, jajaja.
    Bueno, JM que llevaba mucho sin hacerte una visita y es que soy muy dejada. Pero si quiero leer algo que me levante el ánimo, acudiré a tu blog. Muchas gracias por regalarme una sonrisa. Me viene que ni pintada. Gracias. Un abrazo.

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    1. Hola, Virtudes. Me sacas los colores en estéreo. Primero por el comentario tan favorable que me haces y segundo por recordarme, indirectamente, lo de las visitas; si tú hace tiempo yo ya ni me acuerdo. Ahora casi solo entro para los concursos y me olvido de pasarme por los blogs del barrio, en esa faceta ya no sé ni lo que debo. 🙆
      Me alegro de que te haya divertido la historieta y espero subsanar pronto mi descortesía.
      Saludos 🖐🏻

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