Ante la insistencia de ella, él se acercó y la besó. De repente se oyó abrir la puerta de la sala, él se giró con su felina agilidad, pero no pudo evitar que su cola se tropezara con la bailarina de cristal que estuvo olisqueando.
—No se te puede dejar solo Gustav, me estás dejando sin figuritas, te voy a tener que encerrar en la cocina. Dijo la señora de la casa mientras recogía, del suelo, los trocitos de cristal de la bailarina.
Imagen propiedad de Alfonso Escudero Vera
Dices que tu amor es letal, que malogras todo lo que tocas, que estás maldito… y no quieres hacerme daño. Pero déjame decirte que no me importa, que no me importa terminar rota si es por ti. Dame la oportunidad de equivocarme y de descubrir por mí misma qué hay de cierto en tus palabras, porque prefiero morir en el intento que quedarme con la duda de como saben tus besos.
Marzo 2018