Por mediación de El arca de las palabras del blog de Úrsula un nuevo relato para la ya conocida Tertulia de las diez.
Una novela inacabada
El verano pasado en mi ciudad se empezó una iniciativa cultural para estimular la lectura en El Parque de la Avenida. Las dos librerías de viejo, que tenían sus puestos dentro del recinto, se pusieron de acuerdo para vender sus novelas a mitad de precio. A cambio de que, una vez leídas, se dejaran en alguno de los bancos del parque.
Leer un libro entre dos y cuatro euros se podría decir que era una ganga, además, si el banco ya tenía una novela, podías cambiarla por la tuya sin necesidad de comprar otra en el puesto. Al principio, como no había mucho donde elegir, se pagaba por otra en las casetas, pero en cuanto se puso de moda, te podías arreglar con lo que encontrabas muchas de las veces en los bancos.
A principios de septiembre en una de esas tardes que ya parecía mas otoñal que veraniega, en uno de los bancos del parque, metida en su bolsa por si llovía, me llamo la atención una novela por un título un tanto raro: «Una novela inacabada». Di el cambiazo con la mía pensando que, sí no me convencía, al día siguiente repetiría con ella la misma jugada.
Estando la tarde tan desapacible mi paseo fue corto y en cuanto llegué a casa quise quitarme la curiosidad empezando a leer el enigmático libro. No voy a negar que me sorprendió gratamente, con una trama muy bien diseñada y una escritura fluida que facilitaba su lectura. El caso es que, plenamente picado con la historia, decidí llegar hasta el final de un tirón.
Recién pasada la medianoche apenas me quedaban unas páginas para desentramar esa maraña que me tuvo toda la tarde abstraído. Al cabo de unos minutos mi desesperación fue absoluta, había acabado de leer todo el texto y parecía como que le faltara el capítulo final. El título me parecía ahora, puesto a posta, y hasta con mala fe para desesperar a los confiados lectores…
Final I
Esa noche me la pase casi en vela hasta el amanecer dándole vueltas a mi frustración alimentada de indignación a la novela, al autor, o al gracioso que obvio el último capítulo. Al final, cuando empezaba a despertar el día, conseguí relajarme imaginando la historia desde su comienzo y lo que en ella iba sucesivamente aconteciendo. Quedé plácidamente embelesado, ayudado por el sonido de una fina llovizna, en pleno amanecer.
Ese lunes, todavía vacacional para mi, empecé con mi afición de poner finales a las cosas. Gracias al repaso de la noche anterior, la trama y los personajes, estaban frescos en mi imaginación. No me costó demasiado escribir el capítulo que le faltaba a esa historia, aclarando coherentemente los motivos y los hechos, allí acontecidos.

Lo curioso es que donde yo vivo también se hizo lo mismo, nació la iniciativa d dejar libros en los bancos…
Te he podido imaginar dándote prisa y devorando el libro para llegar al final inacabado.
Por supuesto también sé, que tú le habrás dado el mejor final que el libro pueda merecer.
Además lo matizas en tu final, con la reflexión a la imaginación.
Como siempre genial mi querido JM.
Un abrazo y feliz domingo. 🙋🏼♀️⚘
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Me alegro de que te haya gustado Ivonne y mi intención si no me falla la imaginación es ir dando algún final alternativo más a esta historia.
Aquí creo que hubo una iniciativa parecida. Los libros dan mas juego de lo que su contenido pueda augurar.
Saludos e igualmente
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