Viernes creativos: café para dos y II
Continuación, desenlace o Epílogo de mi café para dos
Cuando abrí los ojos, completamente sobresaltado por aquella visión de mi mismo despachado como una res de matadero, los ojos de Ella no disimularon su pícara sonrisa. Durante unos segundos traté de situarme, estaba recostado en el sofá, y por el dolor de cuello seguro que pasé allí toda la noche.
El café cargado con su cucharadita de azúcar de caña, que bien me conoce esta mujer, era el bálsamo que necesitaba para despertar por completo de mi recurrente pesadilla. Sin decirnos nada con mirarnos nos bastaba, bebimos de nuestras tazas sorbo a sorbo y sin prisa, esta exquisita infusión que nos hace volver a nuestro ser a primera hora de la mañana. El silencio, durante este ritual, es la culminación del momento; máxime estando tan bien acompañado.
Bueno, hoy es sábado y como ayer fue trece, se nos ocurrió ver el maratón ochentero de películas que, a propósito, pasaban el canal de cine. Como siempre, que ceno fuerte y con vino, yo acabo durmiéndome en el sofá. Ella me tapa como un niño pequeño. Y a cambio se libra de mis ronquidos de motosierra, provocados por la pizza especial de barbacoa que me comí durante la cena.
Ya desayunando en la cafetería de la esquina, es nuestra primera parada antes del habitual paseo, recordamos entre risas nuestra primera cita a ciegas, precisamente un viernes trece, de hace más de un año. Cuando Ella me iba a dejar en casa, Yo me empeñé en encargar la cena y ver alguna película de miedo, para celebrar una cita en día tan especial.
Menudo anfitrión que fui en aquella ocasión, al rato después de cenar, tieso me quedé en el sofá; y Ella, por simpatía o empatía, al poco hizo lo propio en la otra mitad. Por la mañana cuando me desperté, de esa pesadilla recurrente, y la vi pensé que seguía metido en el sueño. Mientras la miraba, entre complacido y estupefacto, Ella abrió los ojos. Y lo primero que me dijo, aclarándose la garganta y muy seria, fue que nunca en la primera cita había pasado la noche con su acompañante.
A nuestra edad el sentido del humor, como casi todo, va un poco más lento, pero en cambio las carcajadas nos duran bastante más. Así fue en aquel primer sábado y este otro al recordarlo de nuevo.
Así me gusta, rematando la historia. Como siempre digo, me sorprende tu ingenio, has dado la vuelta a la historia de una forma muy creíble, todo encaja, y lo que en un principio era una trampa mortal lo has convertido en una bonita historia de amor. Buen día talentoso vecino. 🙂🖐
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Gracias Mar, tus sugerencias son como desafíos; a los que yo protesto, como precalentamiento, antes de tratar de superarlos. Como veterana vecina de este barrio, y también lectora compulsiva o casi, tus comentarios me sirven para ir puliendo estas historietas 😁🥂🖐🏻
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