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FUERA DEL CONCURSO DE RELATOS, XXVIII Edición: LA GUERRA DE LOS MUNDOS de H.G. WELLS (VI)


Mi encuentro en la tercera fase

Se que nadie me va a creer y que las fotos o videos con el móvil que enseñe dirán que están trucadas y sean tan falsas como mis palabras. Pues a mi me da igual, se lo vi, y soy tan testigo como participante de lo que después pasó.

Los antecedentes de mi historia son muy sencillos. Yo estaba cansado de una triste vida gris trabajando a turnos es una fábrica aún más gris. Al ver casualmente el anuncio de la venta de un pequeño bar de carretera, con un par de habitaciones y hasta un surtidor de combustible, no me pude resistir.

No me importó que el establecimiento estuviera en medio de una vía comarcal por donde ahora ya no pasara nadie; salvo algún vecino a repostar o el dominguero que quisiera evitar el peaje de la autopista nacional. Con mis ahorros, y la apresurada mal venta de mi piso, presenté una contra oferta; que igual, por ser la única, la agencia inmobiliaria me aceptó.

En los meses siguientes a cargo de mi nuevo negocio el beneficio era mínimo, algún paisano a echar combustible, las habituales furgonetas de reparto, y los fines de semana unas cuantas cervezas en el bar. Como tampoco me gastaba mucho cubría gastos y, siendo yo mi jefe, la tranquilidad me sobraba.

Una noche un gran estruendo me de despertó pero, como yo sería la única persona en al menos cincuenta kilómetros a la redonda, seguro que nadie más se enteraría del mismo. Me asomé por la ventana y, en la parte de atrás, había como una inmensa cisterna ocupando todo el patio por completo.

Pensé que igual era un camión que se había confundido de carretera y circulando por esta, tan sinuosa como estrecha, finalmente en mi patio había acabado estrellado. Esta teoría se difumino cuando, con el alumbrado encendido, traté de localizar la cabina del accidentado camión; porque, ni tenía puesto de conducción, ni tampoco solo era un remolque. Por su forma si se seguía pareciendo una cisterna, pero no sobre rueda alguna.

Estaba claro que por carretera no había podido llegar y, para ser caído del cielo, no creo que hubiera helicóptero capaz de transportar semejante armatoste. Además, no parecía tener en su estructura desperfecto alguno. Ante mis confusos pensamientos, un zumbido bastante grave proveniente del gran cilindro, me llamo si cabe aún más la atención.

Al mirar nuevamente, y con más retenimiento por el sonido que emitía, vi como en todo su contorno iban apareciendo unas ventanillas a modo de ojos de buey. Una vez visibles se fueron iluminando con una tenue y difusa luz blanca. Yo ya no sabía si quedarme allí clavado expectante o salir corriendo como un perro asustado.

El caso es que, a pesar de mi gran extrañeza y lógica curiosidad, miedo no sentía. Y creo que hice bien en no salir despavorido. Ahora, en medio del cilindro, la maniobra de las ventanillas se repitió; pero esta vez, dando más la sensación, de una puerta o escotilla.

Aquello parecía ir a cámara lenta, pero finalmente se abrió y mi sorpresa se elevó al nivel siguiente. Me salen unos tíos grandes con una especie de traje negro y casco del mismo color. Yo, si no hubiera sido por ese look de astronautas, hubiera jurado que eran tres moteros.

Al ponerse justo enfrente mío el primero de ellos, toca en su guante una pantalla que parece como de un móvil o una tablet, y desde su casco, con un español sin acento pero bastante metálico, le oigo como me habla. Yo le respondo y los cuatro seguimos la conversación dentro del bar tomando cervezas.

Se que suena a guion de película barata, pero así fue como yo contacté con los alienígenas. Y lo dicho, en cuanto se quitaron el casco, su aspecto seguía pareciendo igual que el de los moteros. Con una Harley y la chupa de cuero nadie podría decir que habían venido desde más allá de Orión.

En su mundo deben ser el equivalente a rebeldes espaciales y hacen escapaditas como esta; al margen de sus disposiciones acerca de entablar contacto con civilizaciones inferiores. El caso es que yo les guardo el secreto y ellos me pagan muy generosamente; porque en su planeta impera La Lay Seca y aquí se pueden poner hasta arriba de cerveza.

Más o menos cada dos meses me visitan, a veces acompañados con algún amigo o amiga, y yo tengo el patio preparado hasta con una funda de camuflaje para que sigan a salvo; de los suyos y también de los nuestros, que seguro no se lo tomarían tampoco a bien, por no tener los papeles en regla. 🍻🍻👽🖐🏼


Autor:

La imaginación nos brinda todo aquello la vida nos pueda negar y más...

12 comentarios sobre “FUERA DEL CONCURSO DE RELATOS, XXVIII Edición: LA GUERRA DE LOS MUNDOS de H.G. WELLS (VI)

    1. Hola. Ivonne. No te preocupes ya te aviso para la próxima vez, pero no se lo digas a nadie que esto últimamente esta muy animado. Ya hay una banda de moteros que no faltan ningún fin de semana. Gracias por pasar y comentar.
      Saludos 🍻👽🖖🏼

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  1. asi es, la gente que viene en estos ‘platos’ voladores no tienen porque ser necesariamente aquellos que nos puedan dar la respuesta a los enigmas del Universo. Al contrario, los pilotos de OVNI son tipos corrientes, con un trabajo pesado, riesgoso, mal pagado…. o en el mejor de los casos, meros vagos galácticos

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    1. Pues estos eran de lo más legales nunca se han ido sin pagar y le han dado vidilla a este perdido, de la mano de Dios, bar.
      Para mí que son contrabandistas espaciales, pero cuando vienen aquí esto es su Suiza y no hay problema.
      Se han hecho amigos de unos moteros con los que cundieron un viernes y yo creo hasta alguno se ha intercambiado con ello porque yo no distingo ni a los de aquí ni los de Orión, joer si hasta sin el casco hablan igual que solo los entiendo cuando me piden más cerveza.
      😁🖖🏼👽

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  2. ¡¡Si es que por una buena cervesita fresquita se cruza uno medio universo!! 😅😂 Si es que hasta a los aliens les mola una quedada.
    Muy cinematográfico ese bar de carreteras. Mándame la dirección y nos pegamos unos copazos. 😝
    👽🍻🍻🍻

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    1. Este, JA, ya sabes a quién va dedicado 😁 Con tanta cerveza virtual no podía faltar una invasión gamberra. Y, motero o no, la cerveza te gusta como al que más. El toque siniestro de la nave era sólo para disimular que la fiesta acabó luego en el bar.
      Pues lo dicho 🍻🍻🍻👽🖖🏼

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