VadeReto (NOVIEMBRE 2021)


El niño de la sala de juegos

Mi afición o vicio para muchos a las salones de juegos viene desde muy pequeño. Mis progenitores rápidamente se dieron cuenta que los ruidos y las luces, que salían de esos antros infantiles y juveniles conocidos como salas de juegos o billares, me llamaban la atención cuando pasábamos por delante de uno; yo me ponía a brincar como loco desde el cochecito.

Así que cuando empecé a andar no les resultó extraño que siempre me escapara hasta el escaparate de la sala de recreativos de la plaza. Por eso mismo, con tres años recién cumplidos, ya me daban dos pesetas para que les dejara a ellos tranquilos hablando. De mientras, yo subido a un taburete, echaba dos partidas al petaco y luego me quedará mirando jugando a los demás niños que a mi me parecían casi adultos.

Cuando me escolarizaron, por lo visto era algo obligatorio, mis tardes de recreativos se sustituyeron por clases de ética y religión; vamos ni comparada la diversión, aunque solo fuera mirando, entre las bolas de acero rebotando o las parábolas del hijo de Dios. así que solo podía, a la salida de clase, estar una o dos horas a lo sumo sin que me echaran los de casa en falta.

A los siete y pico ya comulgado, se ve que con la Hostia consumada ya podía ir solo los domingos al cine del barrio y eso me servía de doble propósito. Si llegaba más tarde me libraba de la bronca, diciendo que la película era larga, o que se había retrasado la proyección por unos gamberros. En el caso de que no me gustara la programación gastaba todo el dinero en los flippers y luego, yo bien previsor, me acerca al cine a buscar una entrada tirada de la primera sesión.

Como esa era la época más feliz de mi corta existencia fui de lo más astuto, ya que con altos y bajos, la he seguido manteniendo. Como olvidar mis primeras cervezas, a solo un duro, en la máquina de bebidas de los recreativos. O como los mayores me mandaban al kiosco a buscarles cigarrillos y luego, al marcharse, me dejaban la máquina con dos o tres partidas para yo jugar. Hasta Paco, El jefe de la sala, cuando tenia que salir a algún recado (tomarse un vino rápido) me dejaba a cargo de todo y hasta alguna vez las llaves por si se trababa alguna moneda.

De hecho, en una de esas ocasiones se me ocurrió hacer en plastilina una plantilla de la llave de mi pinball favorito; luego en casa, con otra parecida de un candado y una lima, acabé consiguiendo mi preciado trofeo. No la usaba para robar, solo para darme alguna partida de vez en cuando. Yo creo que Paco lo sabía, pero al no verme abusar de ello, haciendo la vista gorda pagaba mi discreción; cuando él, se ausentaba a quitar la sed.

Que más puedo decir, amarrar ese vicio o afición a mi vida, en más de una ocasión ha sido mi salvación. Cuando parece que todo se te ha puesto patas arriba, o tienes el corazón como un puzzle volteado y desordenado, evitar que la bola se cuele es una pequeña satisfacción. Y, aunque todas las partidas acaban GAME OVER y ni la tramposa lotería te toque, siempre puedes echar otra moneda y seguir jugando.

Llevo más de sesenta años siendo El Niño de la Sala de Juegos y los abuelos, muchos de mi quinta, están encantados cuando echo una partida a medias con sus nietos porque a ellos no les gusta nada jugar. Se ve que ellos prefirieron hacerse adultos olvidando lo que es divertirse. Aunque ya no existe la máquina que me salvó de la madurez establecida yo si guardo mi llave cerca; porque seguro, que en otro barrio, me estará esperando.

Los niños de verdad no tenemos edad, solo ganas de estar jugando todo el día, por eso es tan difícil encontrar amigos duraderos. Estos, rápidamente quieren ser mayores, y les seduce mucho más aparentar serlo; repudiando con ello a todos aquellos que, como a mi, consideran infantiles.

Además, aquí se liga más que paseando un perrito con pedigrí. Que hay maduritas morbosas, ya sean viudas, separadas o aburridas, que les gusta ver a El Niño de la sala de Juegos embistiendo el pinball, a un tris de que suene el Tilt de la falta y se me cuele la bola sin remisión. Cuantos cafés y palique he tenido después como empático consuelo; en el fondo todos somos niños y lo de jugar a los médicos nunca se olvida.


9 comentarios sobre “VadeReto (NOVIEMBRE 2021)

  1. Dioooooooo, JM.
    ¡¡¡Los Petacos!!! ¡¡¡Los Flipper!!!
    Qué de recuerdos, maremía. 😍😍😍
    La verdad es que el descubrimiento de los «paratos» electrónicos para nuestra generación tuvo que ser como el fuego para los que se entretenían pintando paredes.
    Primero los petacos y luego las maquina «matamarcianos», el «comococos» o el simple «Pong» fueron nuestro disneyland particular.
    Yo no pude disponer de aquel Spectrum que te permitía jugar en casa, de hecho, no tuve ordenador hasta que me lo pude comprar como mi primer sueldo, así que también tenía que ir a disfrutar de estas maravillas a los «salones recreativos». Los mismos que ahora se han convertido en guetos de ruletas y casinos.
    Tú eras un Arsenio Lupin en potencia. Yo nunca conseguí llave alguna y me contentaba en mirar y divertirme «en diferido», porque el poco dinero de que podía disponer me daba para pocas partidas y perdía demasiado rápido. Jugar mucho tiempo era un premio demasiado grande, solo para grandes habilidosos o en findes muy especiales.
    😅😂😂
    Muchas Gracias, JM. Me has sacado la sonrisa de la nostalgia y los buenos recuerdos.
    Un abrazo. ☺️🤗🍻🍻🍻🍻🍻

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    1. Buenos lunes, JA. Llevo el mes de resaca bloguera y ni contesto los comentarios, pues de hoy no pasa.
      Son tiempos del siglo pasado y recuerdos que nada tienen que envidiar a las maquinitas y consolas de ahora. Yo si que pasé algunas tardes en ello y con mi habilidad escasa el día que conseguía partida a los puntos era fiesta. De los billares ahí si que ni bola tocaba y menos para hacer carambola.
      Lo de las cervezas seguro que lo has pillado y era cierto, mis primeras botellas me costaron un duro, así que la afición a la beer me viene desde mico. 🍻🍻🍻🖐🏼

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  2. ¡Hola, JM! Un relato muy simpático y que nos deja una moraleja muy clara como ha mencionado Ana: la edad no se mide por los años, sino por la actitud.
    Yo me gastaba mis monedas de cinco duros en el futbolín y en el Space Invaders o el Comecocos… Luego la de veinte duros en el billar, que quieras que no era mucho más rentable, al menos para mí, que siempre fui muy malo con los videojuegos o el pinball y el game over me llegaba enseguida. Un abrazo!

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    1. Hola, David. Se me había olvidado entrar en el blog. Llevo dos semanas como ausente, seguro que algún alienígena rencoroso me ha dejado la mente en blanco por contar sus cosas el otro mes.
      Bueno, pues cada uno tiene su habilidad, tú eres un un pool man o snooker y yo con dar de vez en cuando a la bola de acero antes de que se me colara me conformaba.
      La habilidad no es lo mío pero si que me entretenía, hasta debo tener uno de los mejores registros de futbolín de partidos perdidos. Saludos y nos leemos 🖐🏼

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