Por mediación de El arca de las palabras del blog de Úrsula un nuevo relato para la ya conocida Tertulia de las diez.
Todos los días, más o menos a la misma hora, saliendo del trabajo, en invierno o verano, tenia una parada obligatoria. Siempre que el tiempo lo permitía, me sentaba en un banco frente al mar y contemplaba el horizonte durante un rato indeterminado, hasta que como despertando de una ensoñación volvía a la realidad y seguía el camino a casa.
Con buen tiempo mi rutina era compartida y, a veces, los bancos del paseo se parecían a la fila de un cine con la sala llena. En jornada de verano, al salir antes, era yo el primero en llegar y, de hecho, me llevaba la comida para disfrutar de todo su esplendor.
Repetir durante años las costumbres hace que los asiduos seamos conocidos y nos saludemos como buenos vecinos, sin saber nada los unos de los otros, solo por coincidir en el mismo sitio día tras día. Así que, compartiendo gustos, tampoco es de extrañar que pueda surgir algún romance como los de antes, sin prisa y sin las pasiones de quienes los buscan, día a día.
No hay presiones ni interrogatorios, se habla de lo que acontece o se calla con la vista perdida en el magnifico paisaje. En ese entorno la libertad y el respeto son completos, no se necesita romper el encanto con planes futuros de cenas o convivencia, todo llegará a su paso sin forzar la situación.
La verdad es que, las personas siempre tenemos algo de egoísmo, y tanta pureza al tiempo que nos dignifica también nos consume por dentro. Un día en que el banco está vacío y la compañía ausente, nos recriminamos no haber pedido el número de móvil para una emergencia como esta.
Han pasado semanas, meses y hasta algún año, el banco sigue sin ocuparse por esa presencia que fue fiel acompañante, hasta en los días que compartimos paraguas, para tener ese rato de paz contemplando el mar.

solo queda el dolor
que llena su vacío.
La vida es inercia
llevada por hastío,
un barco sin jarcia
ni rumbo definido.
Dolor sin esperanza,
en el alma cernido,
con arel de añoranza.
Preciosas letras y magnífica imagen
Ay, si los bancos hablaran 😉
(Como mencionas la tertulia del anterior blog, si quieres subo esa entrada para que el enlace no se vaya a un sitio ya cerrado. Tu me dices)
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Me alegro que te gustara, cuantas historias podrían contar esos bancos.
Si subes la entrada claro que la enlazo, gracias U 🖐️
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Los bancos de un parque, o la barra de una cafetería, hay momentos en que somos acompañados por anónimos personajes con los que apenas intercambiamos una palabra, o una mirada. Pero cuando no están, se les echa de menos. Me ha gustado y me ha llegado tu texto. Un abrazo.
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Me alegro Carlos que te gustara, son cosas que suelen pasar y los conocidos, en este caso, parece que algo más hubo. Un saludo.
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Bellísima historia… Cuántas historias hay encerradas y olvidadas en bancos y parques, en paseos a la luz de la luna.
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Muchas gracias Ángeles, si que podrían contarnos historias los bancos 😀
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Precioso…
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Gracias Marina 🙂
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