La tertulia de las diez: «El bosque de las visiones» I y II


Por mediación de El arca de las palabras del blog de Úrsula un nuevo relato para la ya conocida Tertulia de las diez.


I

Hace mucho tiempo, tanto que hasta el polvo de los últimos descendientes de aquella villa, el viento diseminó por todo el valle eliminando hasta el último vestigio de vida alguna. Por su parte, el nombre del lugar también ha quedado en el olvido; sus ruinas, cubiertas de vegetación y maleza, han retornado a la madre Naturaleza quedando ocultas ya para siempre.

En aquella época las costumbres y las tradiciones, junto con la religión eran los únicos credos de sus habitantes. Las leyendas siniestras del entorno completaban el folclore local; siendo las extrañas visiones del sendero del bosque, el que lo cruzaba en su parte más profunda, la continua comidilla. Durante todo el año, cada noche, en la taberna, propios y foráneos, escuchaban las historias del siniestro camino.

Todos los que habían osado atajar por el sendero maldito, para ahorrarse media jornada de viaje, contaban, a su regreso, haber visto sombras extrañas o animales mitológicos justo enfrente de ellos. Al principio los lugareños pensaban que era una broma, corriendo de boca en boca, aumentando como una bola de nieve, en cada nueva versión.

Un día, cuando el alcalde joven sustituyo a su padre, el alcalde viejo, decidió organizar una cuadrilla para llevar el excedente de simiente al pueblo vecino. Al estar situado justo al otro lado del bosque, usarían el maldito atajo del bosque, tanto a la ida como al regreso. Así, de esa manera, también quedaría en evidenciaría el engaño y acabarían con la superstición ya arraigada como una realidad plausible.

La comitiva, desde el amanecer, a buen paso, comenzó su travesía por el estrecho camino. Sin mayor novedad, llegaron a la otra aldea, justo a tiempo de vender la mercancía. Optaron por quedarse a comer, y beber a discreción, antes de tomar el camino de vuelta. Al ser otoño todavía, la tarde, tenía suficientes horas de luz para poder regresar sin tener que apurar demasiado el paso.

Justo, hacía la mitad del camino de vuelta, la locura se generalizó entre los expedicionarios. Había quien decía que los árboles eran ogros acechantes, otros creían ver volar rapaces gigantes en busca de ellos como su presa, hasta alguno juraba que había unicornios desafiantes con ojos rojos como brasas; y así, cada uno, fuera de sí, gritaba aquello que sus ojos creían estar viendo. El propio alcalde, mirando su sombra, decía que esta era el fantasma de su padre, amenazante, recriminándole sin piedad; como cuando era un crío y, nunca estaba a la altura del estatus que le correspondía, hiciera lo que hiciese.

Por la noche, al llegar a la taberna después de aquella locura colectiva, el grupo no solo corroboró cualquier historia sobre ese sendero sino que, con sus alucinaciones, acrecentaron la leyenda del Bosque de las visiones. Al día siguiente, después de la consabida resaca para aplacar sus temores; a suertes, dos de los del grupo, fueron enviados a la entrada de ese sendero maldito. Allí levantaron una valla y pusieron un cartel avisando del terrible peligro que era cruzarlo.


II

Una de las tradiciones, arraigada desde que tienen memoria los más viejos del lugar, es la de la subasta de los mancebos y las doncellas. Cada año o cada dos, según las necesidades, todos los chicos y chicas entre los catorce y diecisiete años son subastados, por sus padres para un período de trabajo no menor de cinco años, al mejor postor. Ellos, por fuerza y habilidad, serán peones o aprendices de algún oficio; y Ellas, por su gracia y belleza, solo sirvientas o doncellas con un preacuerdo de matrimonio.

Rala combinaba la fuerza de un chico, había salido bastante alta, destacando con facilidad, hasta con muchachos dos años mayor que ella; Y, sin ser la más guapa, tal vez por el alto porte y el desparpajo, resultaba una chica, además de muy esbelta, simpática y atractiva. En la puja, sus padres, se frotaban las manos, sabedores que por su niña sacarían un buen precio; y, posiblemente, algún viudo, pagara un generoso extra, para formalizar un compromiso matrimonial.

Efectivamente, Jonas que había enviudado ya dos veces; según las malas lenguas, matando a sus mujeres, por hacerlas trabajar como esclavas en todos los aspectos; puso sobre la mesa una oferta que nadie podría igualar. Le había gustado esa chica alta, que por el día podría rendir como un jornalero más, y por la noche complacerle como sumisa esposa. Los padres de Rala, al ver la bolsa rebosante de piezas de oro, no dudaron en conceder el compromiso de su hija a ese viejo depravado.

Durante un año, que era el tiempo de renuncia por alguna de las dos partes al acuerdo de la subasta, Rala trabajó y se deslomó demostrando su fuerza y valía. Por su parte Jonas, sabía que debía esperar el año, hasta poder proclamar las amonestaciones de matrimonio; luego ya sería suya, no solo por el día, sino también, todo lo que le apeteciera por la noche.

El mismo día que se fijo fecha para la boda, el viejo truhan, ya sabía que no habría marcha atrás, maliciosamente pensaba como lo celebraría en cuanto llegara a casa, con su futura mujer. Ese día Jonas estaba eufórico y deseaba estar con su nueva prometida sin perder más tiempo. Su granja, la más rica de la zona, está lindando con un claro del bosque; por ello, si cruzaran por el sendero de las visiones, durante un par de kilómetros, se ahorrarían las casi dos horas que llevan bordearlo.

Ya tenían a la vista el desvío del claro y del otro lado la granja. Los gritos de Jonas hicieron que Rala, ligeramente adelantada por ágil su zancada, se volviera sobresaltada, el viejo juraba y perjuraba que allí estaban sus dos anteriores esposas persiguiéndolo para matarlo. Ella calmada, y hasta satisfecha, siguió por el sendero, a un buen ritmo, dejando atrás la encrucijada hacia el claro. Jonas sí tomó el desvío, pensando que estaría a salvo, cuando acabara de cruzar el claro y llegara a su casa.

Los gritos despavoridos del viejo alertaron a los sirvientes, que habían aprovechado su ausencia, para tomar un respiro a la sombra. Vieron como con los ojos desorbitados, mirando fijamente hacía su casa y sin verlos a ellos, llegó corriendo, tanto como podía, presa de un miedo que no era de este mundo. Al llegar a la puerta esta alma que parecía poseída por el diablo, las miradas estupefactas de esos siervos casi esclavos, vieron a su patrón desplomarse como un árbol muerto y podrido, seguramente del sobre esfuerzo de su desesperada carrera.

Otra de las tradiciones del lugar era que si moría, el dueño de una propiedad sin familia, la casa se la repartían sus sirvientes; y las tierras parecido, pero a partes iguales con el ayuntamiento para ser usadas, como como finca común de pasto o grano, según el caso. Así, al menos, Jonas con su muerte, hizo algo bueno por sus criados y por el pueblo en general. Rala por su parte, al no haberse llegado a casar con él, solamente seria uno más en el reparto. Y expuesta a un nuevo contrato, por parte de sus avariciosos padres; así que, al desaparecer por la senda maldita, fue considerada otra víctima de las apariciones.


Un comentario sobre “La tertulia de las diez: «El bosque de las visiones» I y II

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.