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MICRORRETOS: UN CADÁVER EN EL ASCENSOR Mis réplicas a los compañeros (II)


MICRORRETOS: UN CADÁVER EN EL ASCENSOR

Sin ningún tipo de crítica o enmienda, únicamente como ejercicio y tributo a los compañeros, empiezo esta serie de réplicas a sus micros. Lo tenía pensado hacer el mes pasado, pero me pilló el tiempo y solo pude acabar mi propio folletín. Ahora, fuera de toda presión, espero cumplir con ello.

NOTA: Espero que nadie se sienta por ello molesto, pero si es así con decírmelo será suficiente para no faltarle al respeto y borrar esa réplica de la entrada.


Aquí va la segunda entrega:

Los frutos secos

jueves, 10 de marzo de 2022 Albada Dos (Re.)

… Patricia se enteró de la alergia a los frutos secos cuando, casualmente, salió tema por algo similar por el marisco. A su marido se le escapó que conocía a alguien que le pasaba con las nueces, la forma tan empática de decirlo, casi amorosa. Fue la primera pista de que era engañada por ese, hasta ese día, anodino hombre.


Un mes le dio para que pusiera las cartas sobre la mesa, pero el infeliz continuo con su habitual perfil bajo. Primero tenía que identificar a la supuesta lagarta y luego confirmar si además era la alérgica. Patricia cambio su rutina de TeleCinco de las tardes por espiar a su marido en las inmediaciones de la oficina. Durante una semana observó como sobre las cuatro él iba a tomar café y charlaba, muy complacido, con la misma mujer.


Siguiendo a su adversaria vio la oportunidad al ver que trabajaba en una inmobiliaria. En cuanto a que si era la de la alergia a los frutos secos, se lo jugaría a cara o cruz. Si no lo era, con buen fair play, permitiría que siguiera el escarceo —total, su marido, tampoco era para presumir—, pero si tenía dicha alergia ellos se lo habrían buscado.


Cuando el alboroto de la muerta en el ascensor, Patricia con cara de póquer, también se asomó y no pudo evitar una sonrisa de haber acertado el pleno. Su gesto se quedó en mueca, al día siguiente, cuando un tal teniente Columbo llamó a su puerta.


Efectos secundarios de una visita inoportuna

JUEVES, 10 DE MARZO DE 2022 Marta Navarro (Re.)

… Paco, el de la ferretería, no era una lumbrera pensante, pero si muy leído en novelas policiacas —el escaso negocio le dejaba mucho tiempo libre— y, dos más dos, siempre suelen ser cuatro. Doña Angustias era la única clienta que compraba habitualmente matarratas, desatascador, y abono líquido para plantas; también sabia que la vieja fue profesora de química hasta su jubilación.


El ferretero, por su parte, había retrasado su jubilación porque Don Marcial hijo, dueño del local, en cuanto dejara la ferretería doblaría el alquiler y Paco, con esa cláusula, poco sacaría por el traspaso; ni a precio de saldo.


Como cada primero de mes, Doña Angustias fue a reponer sus existencias a la sección de droguería de la ferretería del barrio. Al pasar por caja, bastó un intercambio de miradas, para ponerse ambos al día de toda la situación. Si ella perdía a su involuntario cómplice no podría seguir tan anónimamente con su labor de eliminar algo de la estupidez de este mundo.


Es curioso como hay gente de apariencia solitaria, que en la vejez encuentra su complementario. Don Paco, se pudo jubilar haciendo un buen traspaso de la ferretería y se casó, por lo civil, con Doña Angustias. Ella tampoco se pudo quejar del apaño, todo una alacena llena de sus queridos productos químicos y un hombre que por fin la entendía.


Las malas almas del barrio siguieron apareciendo muertas en sus respectivos ascensores; mientras, una apacible pareja de vejetes, se tomaba un aromático café de complicidad.


Maderos

marzo 10, 2022 Pedro Merchán (Re.)

… El inspector y Pelayo fueron degradados a la central de archivos; sita en un polígono del extrarradio. Allí, entre carpetas y más legajos, se pasarían seguramente su truncada carrera policial.

En el piso de la huida anciana se encontraron rellenos, pelucas y maquillaje de teatro. Estaba claro que la buena señora, aparte de asesina, era camaleónica. Otro agravante para los dos policías más despistados del cuerpo.


Después de unos años en aquel inmenso bloque de hormigón, que era el archivo policial, el ahora subinspector y su auxiliar Pelayo, asumieron su falta de dotes de campo. No obstante, su observación y deducciones analíticas con los informes, les dio un sexto sentido para las pautas de los delincuentes y las conexiones entre casos.


Así, desde su exilio, consiguieron resolver unos cuantos expedientes cerrados u olvidados. Su mayor éxito fue el de la sicaria que disfrazada de agente inmobiliaria, sexy acompañante, o incluso viejecita, despachaba sus encargos en el ascensor.


Un recién ascendido —a inspector en prácticas— hizo su primer trabajo de incógnito como cebo para una yonqui, presumiblemente, la asesina del ascensor. Al parar abajo, el nuevo jefe de investigación criminal, no pudo evitar exclamar a grito pelado:
—¡Pelayo, pero que coño ha pasado! ¡Otra vez no, no me jodas!
—Nada jefe, los nervios. Sin darme cuenta, me giré y tropecé con ella. Se debió clavar la jeringuilla justo al ir a sacarla del bolsillo.

En esta ocasión, la peluca y el maquillaje —de la muerta—, proporcionó una medalla a estos dos.


DIÁLOGO EN EL ASCENSOR

10 DE MARZO DE 2022 Puri Otero (Re.)

… —Mira que se lo dije, tú no vales para esto. No tienes la presencia pareces un endeble. Ni siquiera sabes poner cara de mala hostia.


—Pero si es que cuando eras cobrador del frac no sacabas ni para la tintorería de los tomatazos, y hasta orinales, que te tiraban cuando seguías a los morosos.


—Y ahora vas y te metes para cobrar a los deudores del sindicato. No sé si tu primo, el que te metió, era más tonto que tú. Seguro que es genético.


—En fin… (ahora viuda le podré volver a tirar los tejos al macizo del octavo que además es el padre de mi niño. Eso si son buenos genes).


—Jaimito, hijo, trae de la cómoda la pistola de verdad. Que como vean los del sindicato que usaba una de plástico, porque le daban miedo las armas de fuego, no nos pagan el millón del seguro. (Al menos, en eso son legales estos mafiosos).


Yo, de mientras, voy a pisar la empuñadura del cuchillo que tiene clavado hasta el fondo. No vaya a ser que este pringado nos resucite y me joda la pensión y el novio.


Un Cadáver en el Ascensor

10 marzo, 2022 por Ana Piera (Re.)

… Esta vez tengo las pastillas, las de verdad, las que son para el corazón, no las de la migraña. Que Ester, tan amablemente, me ponía en el pastillero de plata que ella misma me regaló. Sé que tiene, no uno sino varios amantes, pero yo pienso durar otros veinte años más. —A ver como le irá a ella dentro de diez, si la querrán para algo más que sacarla mi dinero—.


Ya la oigo venir, que cabrona, como se nota en su taconeo la impaciencia por mi deceso. Pues, ahora que ya tengo la pastilla debajo de la lengua, me haré el muerto. Y cuando, por sus fingidos gritos asome algún vecino más, haré como que vuelvo del más allá. —Sin testigos, mi Ester, sería capaz de alguna barbaridad—.


El detective me costó una pasta, pero me puso al corriente de todo, incluso de la manipulación de las pastillas. Ahora, con todas estas pruebas, ya me puedo divorciar. Y, para ser justo, la ofreceré una pequeña pensión como compensación. —Aunque acostumbrada a tanto lujo le parezca una limosna, al menos, para comer y vivir humildemente tendrá—.


Ahora, que mis necesidades femeninas son tan básicas, me sale mejor una buena ama de llaves que sepa cocinar y una enfermera; porque, mientras yo dure, ellas seguirán cobrando mi generoso salario. —Ya está aquí la bruja, cierro los ojos, para que se relama como un gato, antes de llevarse la sorpresa—.


El sabor del cadáver

11 MARZO, 2022 Mirna Gennaro (Re.)

… Leandro se preparó un café bien cargado para enfrentarse a su reto antes de poderse acostar. El aroma de la negra infusión le produjo la misma sensación que el olor a sangre de su ensoñación y se dispuso a dar buena cuenta de su «cadáver exquisito».

Mi homólogo se acomodó y recostó en la esquina opuesta del ascensor. Estaba tan saciado del rojo néctar que ni podía relamerse los hilos de sangre que se le escapaban por las comisuras de sus labios. Mi duda entre tomar parte de ese festín o no se había desvanecido, dejando ahora claras mis intenciones dentro de la cabina del elevador.

Al cruzar esas puertas mi existencia cambiaria para siempre y, cuando se cerraron tras de mí, ya no habría vuelta atrás. El olor de la sangre fresca y el sabor de la carne humana se habían apoderado de mis sentidos y mi cerebro, ya liberado de cualquier juicio moral, solo quería disfrutar de esas sensaciones; comer y beber ya nunca volvería a ser lo mismo para mí.

Por la mañana me desperté con los contundentes golpes que echaron abajo la puerta de mi casa. El rastro de sangre les había llevado hasta mi piso, ya dentro únicamente tuvieron que seguir las rojas pisadas hasta el dormitorio —donde, después de tan pesada digestión yo dormía a pierna suelta—. Mi pareja, finalmente, entendió por qué yo para escribir primero tenía que escenificarlo.


EL ÁNGEL GUARDA UN SECRETO

11.3.22 Emerencia Alabarce (Re.)

… No hay forma ni manera, desde que me enteré de la existencia de ese ascensor que te lleva a los infinitos mundos paralelos, de encontrar uno a mi medida. La dieciocho veces anteriores solo me han ofrecido pequeños cambios de la rutina diaria, pero básicamente con la misma pauta de una existencia por completo anodina.

Morir en ese ascensor para despertar en otra vida, fotocopia de la anterior, es de lo más frustrante. No pido fama y fortuna, que va, me conformaría con un poco, solo un poco de entretenimiento; ni siquiera busco ser feliz.

Entre una existencia y la siguiente son los continuos déjà vu los que me confirman las similitudes —así que no me queda más opción—, y vuelvo a probar fortuna en el ascensor de «el número 19 de la calle Sister».


Un muerto maleducado

12 de marzo de 2022 Macondo (Re.)

… Romero ya iba a despedirse de Doña Mercedes cuando el sonido de una campanilla en su móvil le avisaba de un mensaje. El novato inspector, con un ojo en la anciana y otro en el terminal, leyó la nota que precisamente era del médico forense.

—Doña Mercedes, cambiando de tema. ¿Que rebeca tan bonita lleva usted, parece hecha a mano?

—No me sea zalamero inspector. A la vista salta que no es de mercadillo ni comprada de rebajas. Me la hice yo misma con lana de primera calidad.

—Entonces, Merche La Costurera, no tendrás inconveniente en enseñarme las agujas de tan fino trabajo.

—Maldito seas policía de mierda. Veinticinco años llevaba fuera del oficio de sicaria y voy a coincidir con el hijo de El Chepas en el ascensor, me reconoce, y me llama como tú lo acabas de hacer. Ahora que soy una señora no puedo permitir esa falta de respeto.

—No te preocupes Merche, te compraré otra aguja como la que le clavaste a tu viejo conocido. Y de aquí al juicio, si me haces una rebequita para mi abuelita, declararé que el finado —por otro lado, delincuente muy buscado— se tropezó y accidentalmente se clavó, en el corazón, una aguja de tu bolsa de costura.

—Vaya, Romero, para ser tan joven, tú sí que eres un inspector educado. ¿De qué color la quieres?


El celular es el culpable. (Por Patricia F) 

11 DE MARZO DE 2022 Patricia Fulvey (Re.)

…La patóloga no entendía la expresión de esta paciente. Aquellos ojos desorbitados y el móvil agarrado con tanta fuerza en su mano que no había habido manera de quitárselo. Bueno, seguro que cuando la abriera en canal y analizara sus vísceras encontraría la causa de su fallecimiento como con los demás. Al fin y al cabo esta solo era otra muerta más encontrada en un ascensor.

—Pero doctora, ¿qué hace?, ¿no escucha lo que le acabo de contar? Deje ese bisturí y hagamos la terapia como siempre. ¡Doctora, por Dios! ¡Ahhhh!

¡Eh, no puede ser! Otra vez que me he dormido y el despertador del puñetero móvil no ha sonado. Seguro que lo habré vuelto a poner, pero a las siete pero de la tarde. Bueno, pues aunque llegue tarde a mi cita, subo por las escaleras como está mandado; ya tengo bastante con esta dichosa pesadilla recurrente.


EL BOTÓN DEL PÁNICO

marzo 12, 2022 Carmen Ferro (Re.)

… A escasas semanas de su jubilación forzosa, el detective Hipólito Pérez —en la comisaria llamado, medio en broma medio en serio Hércules Poirot, tanto por sus iniciales como por sus hábiles deducciones, con el conocido personaje— fue el encargado de investigar lo acontecido con el deceso del ascensor.

El veterano policía, con un tono sosegado y tranquilo, hizo sus labores de campo hablando con todos los vecinos, incluidos los empleados de la gestoría del finado y el conserje. En el momento del aparente accidente todos tenían cuartada sólida mientras el muerto bajaba de su vivienda, en la última planta, hasta la oficina (de su propiedad) en el principal.

De hecho, el muerto era el dueño del inmueble completo; siendo así, todos los vecinos, inquilinos suyos. Por su parte, los peritos determinaron que el fallo del ascensor fue debido a un mal mantenimiento, propiciado por la propia víctima, ante el gasto de la reforma integral que necesitaría para pasar la revisión.

H. P. no convencido de las declaraciones, tan oportunas y bien encadenadas de todos los posibles sospechosos, solicitó una autopsia más exhaustiva. Así como un análisis económico detallado, tanto de las cuentas de la gestoría, como de cada uno de los inquilinos y empleados.

La víspera de su retiro, el inspector, reunió a todos los del inmueble del muerto en el ascensor. Únicamente les entrego un libro —Asesinato en el Orient Espress—, el posterior intercambio de miradas confirmo sus sospechas. Y… Acariciándose, satisfecho, su frondoso bigote se despidió de ellos.


La belleza de lo clásico

De Rosa Berros Canuria –  (Re.)

…Dicen que muerto el perro se acabó la rabia y así ha sido en esta comunidad. La supuesta causa del muerto del ascensor fue un robo que acabó mal y a saber por donde estará ya el criminal. La afligida viuda, después de un breve pero riguroso luto, ya puede dejarse ver de la mano con el vecino de abajo —amante suyo en la clandestinidad desde tiempo inmemorial—. El portero con lo cobrado en atrasos y aún más, por tener la boca bien cerrada, se ha podido jubilar con un buen pellizco e irse de la comunidad.

En cuanto al elegante ascensor, de estilo tan clásico, ahora ha sido sustituido por otro todavía más chic, pero en estilo modernista con un diván de piel natural y todo. Al parecer, en el testamento del finado, había una generosa partida para arreglo de la comunidad, ratificado por el abogado del quinto —muy amigo de la familia, en especial de la mujer— y firmado por dos testigos —también residentes en este elegante inmueble—.

Así que, el muerto al hoyo… que los vivos ya se comerán, muy agradecidos, su bollo.


Autor:

La imaginación nos brinda todo aquello la vida nos pueda negar y más...

7 comentarios sobre “MICRORRETOS: UN CADÁVER EN EL ASCENSOR Mis réplicas a los compañeros (II)

  1. Creativas versiones. Hay algunos que me han gustado especialmente.
    Lo de las nueces ha sido especialmente inspirador, que ha llevado a varias versiones, continuaciones.
    O sea que la asesina tenía todo un plan.

    Bien también el de los policías logrando regresar, recuperarse del descrédito. Me parece que se la tenían jurada a la asesina, especialista en disfraces.

    Y también el de cobrador de la mafia, cuya muerte no es lamentada por su esposa.

    Saludos.

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  2. ¡Menudo trabajo, JM! Estupenda vuelta de tuerca a todos los micros. Me encanta el pasado de profesora que le has dado a mi Dña. Angustias y su pretensión de eliminar la estupidez, jeje. Fantástico.

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    1. Hola, Marta. Me metí yo solito creyendo que lo haría rápidamente, pero todavía me faltan la mitad. 😁
      Me alegro de verdad que te haya gustado mi punto de vista acerca de tu micro. Las buenas fuentes literarias siempre proporcionan ideas frescas. Gracias 🥂🖐🏼

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